Una espanolita en Londres

Una espanolita en Londres
Camden Town Girl...o sea, yo

Fabio, yo y mil historias inventadas contrarreloj

Yo, españolita, treintañera y con ganas de hacer algo diferente en mi vida, he decidido, por fin, poner por escrito las millones de historias y fantasías que pasan por mi cabeza... ¡en forma de reto!

Fabio, un hombre argentino aficionado a la literatura si cabe más que yo, me manda sus historias y cuentos desde hace poco, y yo le correspondo con las mías. Alguien a quien no conozco, una conexión difícil de explicar...

El reto es, cada vez que reciba un texto de Fabio, he de contestarle en menos de 24h, con una historia totalmente nueva y original...

¿Podré seguir el ritmo? ¿Será mi imaginación tan fantasiosa como siempre he pensado? ¿O no seré más que otra españolita en Londres que se piensa que, por estar en esta ciudad tan libertaria, puede hacer cualquier cosa que se proponga? ¡Este blog me sacará de mis dudas! :>


jueves, 29 de abril de 2010

La trece o necesito un break

Hola chic@s!

espero que todo vaya bien y esteis tan contentos como yo de que por fin sea viernes... y el lunes es puente! gracias al cielo porque necesito un break en condiciones... Hay veces que tu cabeza te avisa de que no funciona más, los tornillos están oxidados y ya no van las conexiones... mi cabeza me lo dijo ya el martes! traidora...

Me sigue martilleando el hecho de que Fabio no conozca la existencia de este blog...

Aquí está la siguiente historia!


DEL INFIERNO A LA ESPERANZA

Me podría pasar el día entero mirando a mi bebé, sus gestitos, cómo duerme, su olor a todo nuevo… Me pregunto si mi niña tendrá una vida como la mía, si también pasará por el infierno que yo pasé, si algún día sabrá salir de él...

Miro a mi bebé y pienso, ¿cómo conseguí llegar hasta aquí? ¿En qué momento salí del horror para volver a la vida? Creo que conseguí salir de mi infierno particular por mi propio pie, por un lado, y porque conocí a Raúl, por otro. Raúl ha sido la única persona que ha sabido ver la fragilidad que hay en mí. El resto del mundo piensa que soy una mujer de carácter, fuerte y dominante...cuando en realidad soy y he sido siempre una mujer asustada ante la vida, una mujer que para superar sus pequeños traumas necesitaba alcohol, paracetamol y tabaco a diario y en grandes cantidades.

Recuerdo que fui una adolescente normal, con ramalazos de rebeldía ocasionales, a la que le atemorizaba que en una de sus múltiples peleas uno de sus padres dijese hasta aquí hemos llegado y desapareciese. Nunca llegó a suceder, pero el miedo siempre estuvo ahí. Me anestesiaba los viernes y sábados por la noche con ingentes cantidades alcohólicas, porros y cigarrillos... al menos me pasaba 3 días a la semana superando una resaca y no el temor a un divorcio.

Luego llegó la universidad. Ya era más mayor, y al miedo a la separación de mis padres se unió el temor al fracaso universitario y a no encajar con la gente. Enseguida hice amigos, siempre he sido bastante sociable, pero académicamente sudé tinta, lo que fue duro considerando que hasta entonces con estudiar un poquito aprobaba todo. El miedo, el temor siempre ahí acechándome, vigilándome como una sombra implacable... Fueron años de bacanales alcohólicas, drogas, tabaco y medicamentos para paliar los estragos de las monumentales resacas... Todo este maremagnum de sustancias conseguía acallar todos mis temores... hasta que la resaca se pasaba.

Es curioso que durante todo este tiempo decadente, de cara a los demás, era una chica segura de mí misma que sabía lo que quería en la vida, que tapaba sus enormes ojeras y piel gris con dosis de maquillaje comparables a sus excesos, que tenía siempre una presencia impecable. Este disfraz era un muro contra preguntas incómodas o comentarios hirientes. Y lo fue durante el resto de mi juventud. Ahora se que esas ropas pulcras y bien coordinadas, ese maquillaje pesado aplicado con gusto y ese olor a perfume de mujer con autoestima triunfadora fue lo peor que hice por mi misma. Me camuflaron de cara al mundo exterior por lo que nunca nadie pudo ver mi interior, mi verdadero yo, lo que me quemaba el corazón.

Mínimo una botella de vodka al día, mezclado con café, zumo o lo que hiciese falta; la máxima dosis de paracetamol permitida por adulto a diario y a veces hasta alguna pastillita más a ver qué pasaba; cajetilla y media de tabaco diario; mi peso era mínimo y mi talla la de una niña de 13 años... ¿Cómo nunca nadie se dio cuenta? ¿Ni siquiera mi propia familia? ¿Ni mis mejores amigos? Les llegué a odiar por su impasibilidad hacia mí, por no notar nada. Les odiaba, en mi interior quería gritarles, agarrarles por el cuello y confesarles lo que me pasaba, ¿por qué no se daban cuenta por Dios? Les culpaba de mis miedos y por consiguiente de mis adicciones... Ahora se que la única culpable era yo, que disfrazaba mi exterior porque no quería que se diesen cuenta, ¡estaba tan asustada Dios mío! ¡Tan asustada!

Todo empezó a írseme de la mano, me colocaba tanto antes de llegar al trabajo que algunos días no conseguía ver la pantalla del ordenador o sujetar un lápiz. Estaba aterrada, si alguien se daba cuenta tendría que confesar todo, que siempre había sido una “yonqui” de cualquier cosa que se me pusiese por delante... Irónicamente este miedo me “salvó”, accionó las alarmas dentro de mí y me dijo que tenía que parar, que no podía seguir así...

Y no seguí más así: por mi propio pie ingresé en una clínica de desintoxicación... después de todo iba a ser verdad que era una mujer fuerte... otra ironía en mi vida...

Estuve allí un mes, todo el mundo pensaba que estaba de vacaciones en las Bahamas... Lo duro llegó una vez que regresé a mi casa. Enfrentarme al día a día fue recorrer un camino de piedras ardiendo... estaba a punto de sucumbir otra vez al alcohol y demás cuando llegó Raúl. Gracias Dios mío que lo pusiste en mi camino. Por él quise ser una mujer mejor, estar sobria día a día, incluso dejé de fumar con el tiempo. El reconoció mi calvario en cuanto me vio. Su propio padre era exalcohólico y conocía de sobras la mirada de mis ojos, los gestos de mis manos nerviosas y ansiosas por una copa... No me juzgó por lo que había hecho, pero sí me retó a estar siempre sobria y a superar mis miedos hablando con la gente... ¡Y eso hice! Empecé poco a poco a hablar más con mi familia y amigos, a confesarles mis miedos y temores...

Se que no hay fin, que tengo que seguir luchando día a día por mi niña, Raúl y yo misma. Tengo el hígado y estómago de una persona de 60 años y diversos problemas de salud. Tengo un agujero negro en mi vida que ya jamás recuperaré... Pero no quiero ver eso, quiero ver que logré salir de ello y que ahora tengo lo más grande, mi bebé Esperanza y mi amor Raúl.

3 comentarios:

  1. Buen relato de 'Esperanza',
    ya metes bebés en las historias... ?? :)

    ResponderEliminar
  2. así me gusta! :-) a ver si os inspirais en Esperanza, o en Pablito...

    ResponderEliminar
  3. Gracias chicos jajaja Monica, algun dia me inspirare en Pablito ;>

    ResponderEliminar