Una espanolita en Londres

Una espanolita en Londres
Camden Town Girl...o sea, yo

Fabio, yo y mil historias inventadas contrarreloj

Yo, españolita, treintañera y con ganas de hacer algo diferente en mi vida, he decidido, por fin, poner por escrito las millones de historias y fantasías que pasan por mi cabeza... ¡en forma de reto!

Fabio, un hombre argentino aficionado a la literatura si cabe más que yo, me manda sus historias y cuentos desde hace poco, y yo le correspondo con las mías. Alguien a quien no conozco, una conexión difícil de explicar...

El reto es, cada vez que reciba un texto de Fabio, he de contestarle en menos de 24h, con una historia totalmente nueva y original...

¿Podré seguir el ritmo? ¿Será mi imaginación tan fantasiosa como siempre he pensado? ¿O no seré más que otra españolita en Londres que se piensa que, por estar en esta ciudad tan libertaria, puede hacer cualquier cosa que se proponga? ¡Este blog me sacará de mis dudas! :>


miércoles, 21 de abril de 2010

Historia 12 en medio del puro estres!!!!

Ay dios, que este Fabio me va a matar! pues no tenia yo suficiente con el dia de hoy que hala! inventate historia de la nada!!!

No me voy a extender mucho en la introcucción porque estoy que me subo por las paredes!

Besos a tod@s y que disfruteis de la primavera!

Aqui está la historia número 12 inventada contrarreloj para Fabio!





LA SUERTE DE CLARA Y LAURA

Clara y Laura vivían con su abuela desde que sus padres murieran en un desafortunado accidente cuando ellas contaban con 6 y 9 años respectivamente. El accidente no fue culpa de sus padres: un borracho a toda velocidad se saltó el semáforo y los atropelló. Clara era muy pequeñita cuando todo sucedió, pero Laura ya tenía bastante conciencia y lo vivió todo demasiado intensamente. Ambas se adoraban y cuidaban la una de la otra con verdadera devoción, al igual que de su abuela, una santa mujer que las crió con todo el amor que fue capaz de darles.

Exactamente 9 años después del suceso, cosas curiosas comenzaron a ocurrir en la vida de Clara y Laura. Cosas que todo el mundo calificaba como de “una buena suerte extraordinaria”. Clara se encontraba un día 5.000 pesetas aquí, Laura una pulsera de oro allá y su abuela una sortija de zafiros en el rellano. Era asombroso la cantidad de dinero en efectivo y joyas que se encontraban al cabo del mes. Laura, que ya había sufrido bastante, decidió seguir la corriente de su buena suerte y sin más acumulaba todo lo encontrado con sumo cuidado para cuando fuese necesario. Sin embargo, Clara no podía dejar de darle vueltas al asunto de tan extraordinarios encuentros, y concluyó que alguien estaba detrás de todo aquello. Su abuela estaba de acuerdo con Clara, todo era demasiado casual, pero a la vez pensaba que la mejor postura era la de Laura, porque era la única manera de vivir en paz.

Así, el tiempo transcurrió para Clara, Laura y su abuela. La “buena suerte extraordinaria” continuó. Laura procuraba prestarle la menor atención mientras que Clara se devanaba los sesos día si y día también pensando en quién sería el anónimo benefactor. Llegó un punto en que su curiosidad alcanzó el límite máximo, por lo que anunció a su abuela y hermana que no iba a descansar hasta averiguar quién era el misterioso personaje. Laura y su abuela, que no podían ocultar su curiosidad, se disgustaron pero le dijeron que si así pensaba que descansaría mejor, pues adelante.

Lo primero que pensó dado que los encuentros casuales habían comenzado justo en el aniversario de la muerte de sus padres, es que alguien relacionado con ella estaba detrás de todo. Podría ser el propio asesino o alguien de su entorno. Así, se puso a remover todos los documentos sobre la investigación del accidente de sus padres. Para su gran desolación, allí no había nada más que la frustración policial por no poder dar con el escurridizo borracho. Tuvo que abandonar por fuerza mayor esa línea de investigación, y con el tiempo, todas las demás, porque no había manera de averiguar nada. Clara se sentía frustrada, y aún más cada vez que se encontraban dinero o joyas caídas del cielo.

Los años pasaron, la buena suerte continuó... hasta que de repente, unos 7 años después de que comenzara, cesó repentinamente. ¿Por qué? ¿Qué había ocurrido? ¿Acaso el anónimo benefactor había muerto? Demasiadas preguntas sin respuestas que se sumaban a la ya larga lista de interrogantes sobre el extraño caso...

Todas las respuestas llegaron apenas 3 meses después de que los encuentros cesaran: un buen día a la hora de cenar, el vecino del séptimo se plantó en su casa, muy serio y compungido, pidiendo por favor si podían concederle unos minutos para hablar. O, más bien, confesar.

Les confesó que el anónimo benefactor era su madre, que en paz descansase ya que había fallecido 3 meses antes. Su madre, una heredera hija de ganaderos, se mudó de su pueblo a las comodidades de la gran ciudad con su hijo cuando los años se le vinieron encima. Aquello había sucedido hacía unos 7 años. Al mudarse al domicilio de su hijo, se enteró de lo que les había sucedido a aquellas niñas tan educadas y dulces del tercero B, Clara y Laura. Se enteró de la lucha de su pobre abuela por sacar adelante a las niñas con apenas la pensión mínima, los pocos ahorros que los padres les dejaron y algún que otro beneficio social. La historia le llegó a la mujer al mismísimo alma. Para una mujer a la que la vida, a pesar de los difíciles tiempos que le habían tocado, siempre había sido un camino de rosas, aquella historia le parecía el colmo de la tristeza y la mala fortuna. Así, se dijo, la vida tenía que hacer justicia a las pobres ocupantes del tercero B. Y como esperar a la justicia divina era algo absurdo, se dijo que ella se encargaría de todo. Obviamente la mujer tenía buenos dineros y joyas que jamás había usado ni usaría jamás. Se dijo que, ahora que vivía con su hijo en la ciudad y que los asuntos de su pueblo estaban bien atados, no necesitaba todo lo que cobraba de pensión y mucho menos tanta joya. Así que, con su hijo como cómplice, les “regaló” a Clara, Laura y su abuela todo aquello que ella consideraba justo que tuviesen.

Perplejas se quedaron nuestras tres protagonistas, perplejas ante aquel hombrecillo de mediana edad al que se habían cruzado mil veces en el ascensor y que era siempre tan amable pero muy parco en palabras. El hombrecillo les pidió por favor su perdón si les había importunado de alguna manera. Ellas estallaron en una sonora carcajada de alivio porque de una vez por todas el misterio había sido resulto, y le dieron las mil y una gracias porque todo el dinero y joyas que se habían ido encontrando “casualmente” les había hecho la vida mucho más fácil. El hombrecillo se quedó a cenar con ellas y desde aquel entonces fue uno más de la familia. Lástima que su madre no estuviese allí para disfrutar de todo aquello con ellos.

5 comentarios:

  1. No sabes lo que me gustan tus historias para los 10 minutos que tengo entre cambio de disoluciones en el lab!! Me encanta cada vez que hay una nueva!!

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  2. Si si, vienen fenomenal! sobretodo las felices, que luego vuelves al labo mas contenta!! :)

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  3. Es increible lo que llegas a inventarte a contrarreloj. Sigue asi me ha encantado.
    Saludos, Anairda.

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  4. Gracias Anairda, Alodia, Lucia y Juanjo, mehaceis muy feliz con vuestras lineas :>

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