Una espanolita en Londres

Una espanolita en Londres
Camden Town Girl...o sea, yo

Fabio, yo y mil historias inventadas contrarreloj

Yo, españolita, treintañera y con ganas de hacer algo diferente en mi vida, he decidido, por fin, poner por escrito las millones de historias y fantasías que pasan por mi cabeza... ¡en forma de reto!

Fabio, un hombre argentino aficionado a la literatura si cabe más que yo, me manda sus historias y cuentos desde hace poco, y yo le correspondo con las mías. Alguien a quien no conozco, una conexión difícil de explicar...

El reto es, cada vez que reciba un texto de Fabio, he de contestarle en menos de 24h, con una historia totalmente nueva y original...

¿Podré seguir el ritmo? ¿Será mi imaginación tan fantasiosa como siempre he pensado? ¿O no seré más que otra españolita en Londres que se piensa que, por estar en esta ciudad tan libertaria, puede hacer cualquier cosa que se proponga? ¡Este blog me sacará de mis dudas! :>


miércoles, 2 de noviembre de 2011

31 o porqué a veces somos tan cobardes

Hola a todos,

Ultimamente me pregunto qué fuerzas estúpidas son aquellas que a veces nos llevan a no hacer aquello que sabemos positivamente que tenemos que hacer. Aquello que, queramos o no, tenemos que llevar a cabo, y que de no ser así nos traerá problemas.

Una posible respuesta es "cobardía". Por el motivo que sea, realizar esa tarea requiere algo de valentía por nuestra parte, desnudar nuestra alma de alguna manera. Y cual viles gallinas nos acobardamos.

La historia de hoy tiene que ver con la cobardía. Espero que os guste :>



BERTA, SIEMPRE TAN COBARDE

Mientras bajaba con su bici a mil por hora por el escurridizo terraplén, Berta deseó con todo su corazón que la bici resbalase. Que resbalase y se diese una buena paliza contra el suelo o una tapia. Y que mientras le curaban su cuerpo malherido y ensangrentado en el ambulatorio el doctor les dijese a sus padres que se tenía que quedar en casa unos cuantos días. Lo que fuese, con tal de no tener que ir al día siguiente al colegio y tener que ver la cara de Mario Labrador.

Pero no se resbaló. Y ella no tuvo el coraje para tirarse. Cobarde. Siempre tan cobarde. Al día siguiente tuvo que verle la cara al maldito Mario Labrador. Y durante un par de años más. Hasta que él acabó el COU y se fue a la universidad. Aún así eso no hizo desaparecer las odiosas imágenes, su sudor sobre su piel, su aliento jadeante sobre su nariz, que aparecían sin avisar al doblar una esquina o al meterse en la cama. Dijo basta. Cuando acabó el instituto Berta se mudó a Madrid.

Veinte años más tarde Berta salía de su casa muy bien arreglada. Había quedado para cenar con su grupo de amigos habitual. La noche de hoy prometía: Alicia iba a presentarles a todos a su novio, ese chico que por fin la había conquistado después de meses de encuentros. La curiosidad de todos se vio al fin satisfecha: Alicia apreció con su nuevo chico, que se llamaba Mario. A simple vista el muchacho no parecía nada del otro mundo, pero sus maneras eran muy agradables y tenía una bonita sonrisa. El chico, que estaba regordete, tenía muy buen saque, y no dejó ni una miga detrás en su plato. A Berta le pareció simpático y educado. La velada transcurrió fluidamente y hasta fotos fueron lanzadas para inmortalizar la ocasión. Berta, que fiel a su carácter no dijo mucho en toda la noche, disfrutó incluso cuando al final todo el mundo empezó a picarla con aquello de que ahora ella era la única soltera del grupo. “A ver si te aplicas Bertita, que ya va siendo hora”, era alguna de las flores que se tuvo que oír Berta. La pobre capeó el temporal como buenamente pudo y cuando todos se retiraron ella hizo lo propio.

Ya en el taxi la sombra se apoderó de ella. Otra vez esa pesadumbre y esa tristeza arraigada en cada célula de su cuerpo: jamás podré confiar en un hombre, jamás podré ser feliz junto a uno. Berta sabía desde aquella funesta noche a sus trece años que jamás podría recuperarse y tener una vida normal. Muchas veces había pensado en terapia, en ayuda sicológica, o incluso grupos anónimos de víctimas como ella. Cobarde. Siempre tan cobarde. Nunca se decidía. Pensaba que era demasiado tarde. Y además creía sinceramente que nada ni nadie podría ayudarle a superar el hecho de que Mario Labrador la violó a sus trece años mientras su hermana Eva y sus amigos se emborrachaban en el salón con la música a todo volumen. Nada más cerrar la puerta de su apartamento Berta se echó a llorar desconsoladamente. Una vez más.

Lo primero que hizo Berta al día siguiente después de desayunar fue encender el ordenador y meterse en el facebook a ver si alguien había colocado fotos de la noche anterior. Efectivamente, ahí estaban. Berta no pudo evitar el sonreír, algunas eran muy graciosas. Entonces, entre sonrisas, reparó en las etiquetas de las fotos. En una concretamente: Mario Labrador López. Un latigazo helado recorrió su espalda. El estómago se le dio la vuelta. Berta fue corriendo al baño a vomitar.

Completa y absolutamente aterrada Berta volvió al ordenador. “No puede ser” murmuraba. “No puede ser. Será una casualidad. Fíjate bien en sus rasgos, anoche no lo reconociste”. Berta analizó al sujeto largamente pero era incapaz de lanzar un veredicto hacia un lado u otro. El Mario Labrador de ahora estaba regordete, medio calvo y canoso y usaba gruesas gafas de pasta. “Tengo que salir de dudas como sea”. “Si fuese mi amigo en facebook podría mirar su información y ver de dónde es. Pero no puedo. ¿Qué hago por Dios? ¿Qué hago?”

Entonces dio con la solución: llamar a su hermana Eva y preguntarle si lo reconocía. Al fin y al cabo Mario Labrador estaba en el curso de su hermana, tres años mayor que ella. Berta se armó de un coraje inusual en ella y seleccionó el número de su hermana en el móvil. Tras cuatro interminables toques su hermana por fin descolgó. “Hombre Bertita, ¿Cómo que me llamas un domingo a estas horas? ¿Cómo estás? Hacía ya días que no hablábamos”. Berta tragó saliva y procuró sonar lo más natural que pudo. “Estoy bien, estoy bien, ya sabes, un poco resacosa, que ayer estuve de cena con mis amigos. Escucha, por eso te llamo precisamente. Resulta que una de mis amigas trajo a su nuevo novio, y oye, que me recuerda mucho a alguien de la época del instituto pero no acierto a saber quién. Se llama Mario. He pensado que te podrías meter en mi perfil del facebook un momento y ver si por un casual tú lo reconoces”. “!Huy que marujas somos!” rió su hermana. “Me meto ya mismo a cotillear, dame dos minutos para que se encienda el ordenador”. Durante los larguísimos dos minutos Eva no paró de contarle cosas, que seguro que tenían alguna importancia u otra, pero ahora mismo Berta no estaba para asimilar ninguna información. No recordaba la última vez que el corazón le latía tan deprisa.

Por fin, Eva le confirmó lo peor: “Si, Bertita, si es alguien que venía la instituto. Un tal Mario Labrador, que iba al mismo curso que yo pero a la otra clase. Es que está tan cambiado, madre mía, pero sí, es él, no hay duda, el hoyuelo de la barbilla le delata completamente. Tengo aquí la orla de COU del instituto y ese hoyuelo es inconfundible ¡Qué ojo tienes! Porque mira que yo no lo hubiera reconocido ni de casualidad”.

Berta simplemente sujetaba el teléfono, incapaz de moverse o pestañear. Entonces reparó en que su hermana hablaba de él como un perfecto desconocido, cuando no lo debía ser tanto si vino a aquella fiesta. “Escucha, ¿pero no erais amigos? Yo creo que ese chico vino a una fiesta que hiciste una vez en casa”. “Bertita, ¿qué dices? ¿Qué fiesta? Que yo recuerde durante el instituto hice como mucho un par de fiestas en casa, y estoy segurísima de que él no estaba allí”. “Vaya, ¿cómo puedes estar tan segura?”. “Estoy segura porque a las dos fiestas invité a apenas diez personas por aquello de que la cosa no se desmadrara y los papás no se enterasen. Estoy segurísima al cien por cien. ¡Si yo con ese chico no he cruzado jamás palabra! Anda Bertita, deja de imaginar cosas”.

Después de colgar con Eva, Berta sentía una confusión indescriptible. Si Mario Labrador no estaba en aquella fiesta, ¿entonces quién se deslizó hasta su habitación, le tapó la boca con la mano y la violó ignorando sus implorantes lágrimas? Berta se obligó a recordar. A cerrar los ojos y recordar el peor día de su vida. Era él, era Mario Labrador el que la violó, no había lugar a dudas. Pero ¿cómo? ¿Cómo fue posible? Esto ya era demasiado para Berta, no le quedaba más remedio que vencer su cobardía y hablar con su hermana, la única persona que también estaba en esa fiesta y podía darle alguna clave.

Berta se plantó en casa de su hermana Eva tras horas de conducir esa misma tarde. Con un aspecto horrible y los ojos desorbitados le contó todo a su hermana, que lloró desconsolada al conocer la pesadilla que vivió Berta, que aún vivía Berta. Tenían que desentramar el misterio como fuese. Se pusieron a ello.

Eva escribió en un papel los nombres de las siete personas que aquella tarde estaban en casa. Eran cinco chicas y dos chicos. Las chicas automáticamente descartadas, toda su atención se centró en los dos chicos. Desenterró viejas fotos del instituto para que su hermana pudiese ponerles cara. Berta se acordaba de ellos perfectamente porque eran buenos amigos de su hermana. Aún eran. Haciendo un esfuerzo sobrehumano de memoria, Eva recordó que uno de ellos se sentó en la mecedora de principio a fin, ni siquiera fue al lavabo. Y recordó que el otro estaba en aquel entonces saliendo con una de sus amigas y que no pararon de hacer manitas toda la fiesta. Y, fin de la historia, recordó que decidieron irse de la fiesta al poco rato, justo cuando Berta llegó, porque querían más privacidad. Es decir, que nadie que estaba en aquella fiesta había violado a Berta. Ahora ni Eva ni Berta entendían absolutamente nada.

Entonces, Eva recordó algo más. Recordó lo exhausta que estaba Berta cuando aquella tarde llegó a casa. Recordaba haberla visto muy pálida y con grandes ojeras. “No me extraña, en aquella época padecí insomnio ¿te acuerdas? Hasta los papás decidieron llevarme al médico porque muchas noches no conseguía pegar ojo lo cual estaba afectando a mis estudios. Así que no me extraña que tuviese aquella cara. Me imagino que me habría pegado un par de noches en blanco. Por eso me fui directamente a la cama en cuanto llegué a casa aquella tarde”. Berta paró de hablar en seco y miró a su hermana, que le devolvió la mirada y exclamó: “Ay Bertita, ¿y si todo fue un sueño? ¿Una horrible pesadilla?” “No no no, no puede ser, no, fue demasiado real, tengo todo grabado a fuego en mi memoria. El violador se metió en mi cuarto, vino hasta mi cama, me tapó la boca con sus manos y me violó.” “Y después, ¿qué pasó?” “Después recuerdo que llorando me quedé dormida…y me desperté al día siguiente. Fin de la historia”. Al finalizar la frase Berta ya no sabía qué creer. Su hermana lo tenía cada vez más claro. “Ay Bertita, que yo creo que todo fue y ha sido siempre una horrible pesadilla. ¿Recuerdas alguna señal en tu cuerpo? ¿Cardenales o arañazos?” “Pues no, la verdad es que no”. Tenemos que dar por zanjado este misterio ya mismo. Déjame llamar a un amigo médico a ver si sabe algo de sueños”. “De acuerdo” murmuró Berta en un confuso hilo de voz.

Después de casi veinte minutos su hermana volvió a la habitación donde estaba Berta y triunfante le dijo: “Bertita, si, todo fue un sueño. Parece ser que lo que tú sufriste fue lo que se llama un sueño vívido. Los sueños vívidos son comunes entre personas que sufren de insomnio, y son tan reales, incluso las sensaciones, que muchos pacientes tienen problemas en saber si fue realidad o sueño. ¡Ay Bertita gracias a Dios! ¡Todo fue una absurda pesadilla! ¡Ya pasó todo!”

Pero Berta no estaba feliz. Estaba muy asustada. ¿Y si éste no fue el único sueño vívido en su vida? ¿Y si algunos de sus recuerdos son solo sueños? Berta se daba cuenta de que necesitaba ayuda. Acudir a un sicólogo. Hablar con alguien que supiese de desordenes del sueño. Ir a un especialista ¡Necesitaba hacer algo!...

Pero Berta no hizo nada.

Berta calló.

Disimuló.

Fingió.

Y sufrió en silencio.

Cobarde.

Siempre tan cobarde.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

En la 30 Fabio se entera

Hola a tod@s!

Alcanzo mi historia numero 30 haciendo honor al título de este blog: ha sido imaginada y plasmada en papel en apenas media hora. Contrarreloj.

Tengo una noticia que daros: le conté a Fabio lo del blog. Y le encantó! Es un senor. Quería hacer de esta entrada algo especial, algo conmemorativo, pero la única conmeroación que puedo hacer es ésta: de no ser por Fabio no estaría aquí compartiendo esta historia con vosotros.

Espero que os guste mucho! :>



MARK COLT

Bajo el diamantino brillo del cielo azul de Febrero, como una paradoja de luz imposible, cayó sobre Mark la atronadora lluvia de flashes. Mark permaneció quieto, impecable, gallardo, como tanto tiempo atrás le enseñaron a posar para las cámaras. Y produjo para sí una sonrisa de paz y orgullo, sólo visible para su corazón. Por fin iba a entrar al Kodak Theatre como nominado, en vez de como una marioneta florero. Ahora iba a ser un participante de la noche más importante de su industria, la del cine. Seguía sonriendo para su corazón, y no pudo evitar volver a ese momento crucial en su vida, tan sólo 17 meses atrás, en el que todo cambió para él y dejó atrás para siempre su vida de permanente adorno de las salas de cine…

Hace 17 meses Mark suicidaba sus desesperadas lágrimas entre las palmas de sus manos. Sentado en su sofisticado salón, Mark lloraba con una tristeza de fondo que le ahogaba. Al mismo tiempo intentaba consolarse a sí mismo. Al fin y al cabo esto le había pasado ya muchas otras veces. Pero sus sollozos se negaban a que matasen sus sueños una vez más. Mark, uno de los 10 actores de Hollywood mejor pagados, quería ser actor. De los de verdad. De los de que marcan la historia del cine. De los que cambian la vida de las personas. No quería seguir siendo ese actor de películas intrascendentes para adolescentes. No quería ser la cara de los posters en las habitaciones de quinceañeras. Desde el principio Mark quiso ser actor de películas que contaban geniales historias protagonizadas por personajes increíbles. Personajes únicos que pasarían a la historia por sus caracteres emblemáticos. Y Mark tuvo claro desde el principio que él, como actor, quería ser el vehículo que hiciese llegar esos personajes al público.

Pero nunca nadie le dio una oportunidad. Nunca nadie se lo tomó en serio. Aparentemente era demasiado guapo y atractivo. Así de rotundo se lo explicó su agente cuando Mark le preguntó hace ya varios años porqué no conseguía los papeles de las audiciones a las que iba. Su agente le dijo que con ese físico tenía que escoger otro tipo de películas. Películas banales, si, pero que le darían un sueldo al fin y al cabo. Y una popularidad. Y una vez que fuese popular y conocido podría optar a participar en esas películas “difíciles” por las que tanta devoción parecía tener. El plan así delineado no pintaba mal. Y Mark accedió a dejarse llevar por su ávido agente.

Tuvo que ponerse muy en forma en el gimnasio, al gusto de la época. Y pasar por una dieta riquísima en proteínas y polvos mágicos varios. Pero dos blockbusters más tarde en menos de 8 meses sirvieron para convencer a Mark de que había hecho lo correcto. La locura de Hollywood le absorbió. Las fiestas, las mujeres, algún hombre, el lujo, el dinero. Y cuando quiso darse cuenta, cuando quiso empeñarse en ser el actor que siempre anheló no había vuelta atrás. Su imagen estaba demasiado explotada y dañada. Ningún director serio le quería en sus películas. Ninguno.

Cuando ya no le quedaban más lágrimas a las que suicidar, cuando la hermosa puesta de sol californiana le abandonaba hasta el día siguiente, Mark cayó en un profundo e hipnótico sueño de casi 12 horas. Se levantó confuso y triste por lo que fue a la cocina a prepararse un café. Sacó de la nevera los ingredientes para su mañanero batido concentrado rico en proteínas. Y se paró en seco. El cristal de la ventana le devolvió su reflejo de actor de poster. Se acabó, dijo Mark. Se acabó. Es el último día de mi vida de monigote. Y ayer fue la última vez que no me dejan participar en una película de las que yo quiero.

A lo largo de los meses siguientes Mark sufrió una transformación física y mental. Dejó de ir al gimnasio y se divorció de su dieta ultra-proteica. Empezó a comer lo que le daba la gana, lo que le apetecía en el momento. Su única actividad física era dar paseos esporádicos por alguna playa. Por lo tanto, el perfecto relieve de sus músculos se esfumó. Su abdomen dejó de ser plano y aparecieron líneas de expresión en su cara junto con imperfecciones varias. Ahora era larguirucho, un poco barrigón, siempre con barba de 2 días en la cara, blancucho, permanentes ojeras y con el pelo medio-largo. Ahora era él mismo. La transformación mental fue mucho más dura. Veía religiosamente 3 películas “trascendentes” al día, y estudiaba cómo los grandes actores de la historia del cine habían interpretado a sus personajes favoritos. El resto del día hacía ejercicios de interpretación y movía hilos para enterarse de quién iba a hacer qué y cuándo.

La acosadora prensa se hizo eco de la transformación de Mark. Especulaban con una depresión. Una enfermedad mental. Rechazaba papeles aquí y allá. Incumplía contratos publicitarios porque si. Su representante ya no sabía qué decir. A Mark le traía totalmente sin cuidado.

Hasta que finalmente, 5 meses después de que comenzase su transformación, sus hilos dieron con un gran proyecto. Con uno de los mejores directores actuales. En una historia muy original con un protagonista sin precedente. El día de la audición Mark estaba nervioso desde la serenidad de saber que la vida por fin le debía la oportunidad de cumplir su sueño. Mark consiguió el papel.

La película fue un éxito en taquilla sólo por el morbo de ver a Mark Colt totalmente transformado. Además, era una gran historia, bien contada, bien interpretada y bien dirigida. Por lo que a nadie le extrañaron las 5 nominaciones que consiguió para los Globos de Oro, que se materializaron en 3. Y aún menos extrañaron las de nuevo 5 nominaciones a los Oscar…

Mark se adentró en el Kodak Theatre sintiendo una gran emoción. Amaba el cine, desde niño. La interpretación era para él algo hermoso, lo único que siempre quiso hacer en la vida. De nuevo, sólo su corazón percibía las lágrimas que tiernamente rodaban por su cara. Se sentó en su butaca y se dedicó a disfrutar cada segundo de la gala. Daba igual si conseguía el Oscar o no. El ya había ganado. Había participado en una gran película interpretando a un personaje único, estaba inmerso en otro gran proyecto y acababa de conseguir otro papel de ensueño para una película que comenzaría a principios de verano. Mark había conseguido aquello que tanto tiempo atrás se había propuesto.

Y el momento llegó:

“And the winner is……………..MARK COLT!!!!!!”

miércoles, 17 de agosto de 2011

La 29 desde la humanidad

Hola a tod@s,

Estos días ando de plena reflexión. Me he dado cuenta de lo importante que es la comprensión, de lo importante que es ponerse siempre en los zapatos de los demás para entender porqué hacen lo que hacen y se comportan de esa manera y no otra. Humanidad, chicos y chicas, es lo que necesita este mundo... Ya me sale la vena justiciera otra vez...

Os traigo la historia número 29, sobre la humanidad y la comprensión !A disfrutar! :>



MARINA Y DORA

Marina llegó a casa más tarde de lo que esperaba. Así que apenas tuvo tiempo para tirar el bolso y abrigo sobre la cama, desnudarse y darse una ducha rápida antes de su cita. Había quedado con su gran amiga Dora para cenar y charlar, como cada martes.

Dora había irrumpido en su vida por sorpresa: la conoció hace apenas tres meses cuando se mudó a este apartamento en el centro. Marina trabajaba mucho, demasiado, así que hace unos meses decidió mudarse lo más cerca posible del trabajo para minimizar el tiempo invertido en sus desplazamientos. Estaba contenta con la decisión. Había ganado tiempo para sí misma, que era de lo que se trataba, y además había congeniado instantáneamente con su vecina de rellano, Dora, con la que ahora tenía la esperada costumbre de cenar todos los martes por la noche. Sus padres y amigos no entendían muy bien esa amistad: Marina tenía 29 años y Dora 78. Pero lo cierto es que el tiempo que pasaba con Dora valía para ella millones. Dora era divertida, interesante, inteligente, paciente y una excelente cocinera. Sus historias y anécdotas no tenían fin y Marina jamás había visto tanto libro junto ni ramos de flores mejor colocados en preciosos jarrones. A Marina le daba igual lo que la gente opinase. Dora era en estos momentos una de sus mejores amigas. Esa era la verdad.

Marina por fin se declaró lista para cruzar el rellano y llamar a la puerta de Dora. Como cada martes, Dora la recibió con una gran sonrisa de oreja a oreja, un pequeño aperitivo acompañado por un vasito de vino y un exquisito olor viniendo de la cocina…

Sin embargo, aquella noche Dora se mostró más distraída y taciturna que nunca. Así que hacia el final de la velada Marina se atrevió a preguntarle si se encontraba bien, si algo había ocurrido recientemente que la preocupase. Dora se hizo un poco la remolona con aquello de “no es nada, son solo cosas mías”. Pero al final le acabó confesando su pesadumbre: acababa de ser abuela de un nieto al que jamás trataría. Marina se quedó de piedra, ¡ni siquiera sabía que Dora tenía un hijo! Pero si, Dora tenía un hijo de 37 años, Alberto, al que no veía desde hacía más de 6.

Marina le imploró que por favor le contase la historia. Dora, a regañadientes, aceptó. Dulce y serena le preguntó a Marina si tenía tiempo, porque contarle la historia de porqué no se trataba con su hijo era contarle la historia de su vida. Marina, con una gran sonrisa de compresión, le dijo que para ella siempre tenía todo el tiempo del mundo. He aquí la historia que Dora le contó a Marina:


Dora procedía de una familia culta. No demasiado acomodada aunque lo cierto es que en aquellos tiempos de necesidad a ellos nunca les faltó de nada. El padre de Dora era profesor de instituto y su madre maestra. Dora creció entre libros y panfletos, de ahí que de mayor hubiese conservado la costumbre y su casa estuviese plagada de libros. Dora se hizo maestra, como su madre. Pero por muy culta que fuese, Dora no encontraba marido, lo que para la época era la máxima aspiración de una mujer. Cuando Dora ya estaba condenada por todos a ser una triste solterona conoció a su marido, el difunto Mariano. Mariano era un hombre sencillo pero muy tierno y con un gran corazón. Dora no le amaba pero se sentía segura y acompañada con él a su lado. Por lo tanto, se casaron. Los años pasaban y Dora y Mariano no tenían hijos, pero ellos eran felices en su tranquila existencia…

Entonces, a los 39 años de edad, Dora conoció el verdadero amor por primera vez en su vida. Se trataba de un hombre de su misma edad, de nombre Mateo, que llevaba a sus hijos al colegio donde Dora era maestra. Este hombre, que era tan sencillo y humilde como Mariano, encontró en Dora a su compañera de vida, dado que su gran afición era leer y aprender. Mateo, al igual que Dora, se había casado por comodidad. Los dos se enamoraron como dos chiquillos a sabiendas de que lo suyo siempre iba a ser clandestino y oculto ya que no podían contemplar la posibilidad de abandonar a sus respectivos cónyuges y hacerles daño…

Y Dora se quedó embarazada, de un precioso niño que nació pataleando y llorando a voz en grito. Se llamó Alberto. Dora nunca hizo ninguna prueba para saber de quién era su hijo, en aquellos tiempos no había esas cosas. Pero no hacía falta. Estaba clarísimo que el niño era de Mateo. El mismo color de ojos, el mismo pelo indomable y la misma curiosidad. Mateo sólo podía ver a su hijo de vez en cuando, por mucho que le doliese. Para Alberto Mateo era ese amigo de mamá que iba con él a jugar al parque de vez en cuando…

Cuando Alberto tenía 5 años de edad la tragedia llamó a la puerta: Mateo murió en un accidente de coche. Dora quería morir también. Su amor y su compañero se habían ido. Para siempre…

A Dora no le quedo más remedio que aprender a vivir con el dolor y callar, callar hasta el final. La vida siguió. Mariano fue el mejor de los padres y Alberto lo idolatraba. Así transcurrieron los años hasta que un cáncer se llevó a Mariano por delante, dejando a su amante hijo y agradecida esposa desolados…

Y fue al poco de morir Mariano cuando Alberto descubrió que no era su hijo. Fue de una manera totalmente improvisada: en una donación de sangre. Alberto descubrió que su grupo sanguíneo era B+. Y algo hizo click en su cabeza, de cuando Mariano estaba en el hospital. Indagando descubrió que Mariano era A+. Por lo tanto su única posibilidad de ser B+ era que su madre fuese B o AB. Dora era 0+…

¡A Alberto se le cayó el cielo encima! ¡No podía creer lo que había descubierto! ¡Su madre era una buena mujer, nunca haría algo así! ¡Mariano tenía que ser su padre! Después de unos días reunió el valor para ir a hablar con su madre…

Dora no pudo negárselo, la evidencia era devastadora. Quiso explicarle todo a Alberto, quiso contarle quién era su padre biológico, porque pasó lo que pasó. Y sobre todo quiso decirle que su padre verdadero, el de corazón, fue y siempre será Mariano…

Pero no hubo oportunidad. Alberto dejó a Dora atrás de un portazo lleno de odio y sobre todo incomprensión…


Cuando Marina hubo escuchado la historia completa se sintió profundamente triste. Entendía el estupor y shock de Alberto al descubrir que su padre no era quien pensaba. Pero también sentía verdadera comprensión por Dora y consideraba que sus acciones siempre fueron por razones fundadas y que nunca quiso hacer daño a nadie. Marina se despidió de su amiga con un fuerte abrazo. Pasó a su casa con el corazón encogido y un sentimiento de impotencia. Esa noche no consiguió pegar ojo.

Las semanas trascurrieron y las citas entre Marina y Dora no cesaron. Pero Dora no era la misma. Dora estaba triste, sin chispa. El sentimiento de impotencia de Marina crecía por días. No conseguía centrarse en el trabajo. Quería ayudar a su amiga, devolverle la alegría. Devolverle a su hijo y a su nieto. Entonces, concibió un plan para ayudar a Dora.

La primera parte del plan consistía en conocer el apellido de Mariano. Eso fue fácil: sacarle esa información a una Dora con un par de vasitos de vino de más fue un juego de niños. Usando las guías de teléfonos de toda la vida Dora dio en un pis pas con la dirección postal de Alberto. Entonces venía la peor parte del plan: escribir una carta a Alberto explicándole todo y pidiéndole por favor que accediera a ver a su madre para que ésta pudiese darle una explicación. Conseguir la carta perfecta le costó casi tres días. Pero lo consiguió. Al final proporcionó su propia dirección y teléfonos por si Alberto quería ponerse en contacto con ella…

¡Y vaya que si se puso en contacto! Apenas una semana después de enviar la carta el famoso Alberto se plantó hecho una fiera en casa de Marina, demandando saber quién era ella para meterse en los asuntos de nadie y qué tenía que ver ella con su madre. Lo cierto es que Alberto se quedó de piedra cuando comprobó que la autora de la carta, la supuesta gran amiga de su madre, no era más que una jovenzuela de menos de 30 años. Ese momento de sorpresa dio a Marina la ventaja perfecta para calmar a Alberto y pedirle por favor que entrara en su casa porque le iba a explicar todo con pelos y señales. Se lo pidió en voz baja y con prisa, por si Dora pudiese estar en casa y oír todo. Alberto se dejó hacer y aún con el ceño muy fruncido entró en el piso de Marina…

Apenas una hora después Alberto estaba puesto al corriente de todo. Estaba emocionado. Marina había conseguido explicarle los motivos de su madre desde una perspectiva llena de humanidad y comprensión. Alberto se marchó medio llorando prometiendo que se mantendría en contacto.

Y así llegó el siguiente martes, el día de la cita semanal de Marina y Dora. Para variar, Marina iba tarde y a toda prisa cuando el timbre de la puerta sonó. Aturullada fue hasta ella para descubrir a Alberto con un gran ramo de flores…

Cuando aquel martes Dora abrió la puerta con su acostumbrada sonrisa de oreja a oreja no descubrió a Marina al otro lado, sino a su hijo Alberto…

A partir de aquel día Dora fue feliz y siempre estaba alegre. Había recuperado a su hijo y conocido a su nieto. Pero sobre todo había descubierto que su gran amiga, Marina, estaba al otro lado del rellano. Para todo.








viernes, 15 de julio de 2011

La 28 bajo un cielo azul de nubes blancas

Hola a tod@s,

las tardes de verano son para mí de las más bonitas. Hoy la jungla nos ha regalado un día de verano precioso, con una tarde de cielo azul y nubes blancas, de esas que parecen pompones de algodón. Tanta nuebecita de cuento infantil me hace soñar en que un mundo mejor es posible. Un sueño que los que me conocéis bien sabéis que es recurrente en mí...

...de ahi esta historia que os cuento hoy. Disfrutad de las tardes verano estéis donde estéis :>




EL PROYECTO LAURITA

No soy feliz. Mi vida no es plena.

No tiene nada que ver con mi familia, a la cual adoro, o mis amistades, que son sinceras. Tiene que ver conmigo.

Me dejo caer abatida en el sofá. Reparo en mi nuevo reloj, un Armani último modelo. Es curioso, comprarme el Armani me puso contenta. Aunque bien pensado el contento me duró apenas tres días. Miro el pequeño trozo del imperio Armani que luce en mi muñeca con una mueca de recelo. Sin saber porqué siento el impulso de quitármelo, y eso hago. Le siguen los pendientes de oro blanco y los dos anillos de diseño que adornan mis manos. Respiro hondo. Quizás ahí está el problema. No comparto lo bueno que tengo en mi vida con los demás. Tengo un trabajo excelente, que paga de sobras mis gastos y necesidades mensuales. Incluso ahorro dinero. Y lo demás me lo gasto en caprichos como ropa y joyas. Me siento estúpida, vacía…

Me levanto del sofá, desenjoyada, y me dirijo a la cocina. Abro la nevera y la veo repleta de comida, la mitad de la cual sé que acabaré tirando porque caducará. Son todo marcas caras. Claro, gano buen dinero, por eso compro las marcas más envidiadas. Se me revuelve el estómago instantáneamente y cierro la nevera de un portazo. Maldita nevera: el portazo no suena a nada porque estas malditas neveras caras último modelo tienen amortiguadores. Mi noble declaración de rabia frustrada por una maldita nevera último modelo más cara que su cara dura...

Frustrada, e inapetente, me tiro en la cama. Permanezco así hasta que se me sube el orgullo de mujer luchadora que siempre he sido y me autoanalizo en un pis pas: “Laurita, guapa, no eres feliz aun con todas tus marcas, últimos modelos y trozos de ficticios imperios italianos. ¡Haz algo!” Haz algo, haz algo, ¿pero el qué?

Dos horas más tarde se me ocurre la primera idea: en la medida de lo posible, comprar al día únicamente eso que voy a comer. Aunque sea un poco lata ir a comprar la mayoría de los días, de esa manera me aseguro de que compro lo que como. Con el tiempo, cuando haya calculado bien qué necesito a la semana, igual puedo espaciar las compras. De esta manera no tiro comida, que me parece horrible, ¿cómo he podido llegar a eso? Al minuto, se me ocurre la segunda idea: nada de las marcas más caras. Compra marcas baratas. Total, la calidad de la comida en España es bastante buena, incluso una marca modesta proporciona productos de calidad. ¡Dicho y hecho! Excitada como una colegiala me voy a la cama pensando que efectivamente el día siguiente es mi primer día de curso, un curso en el que necesito cambiar mi vida para aprobar.

Una semana después mi plan va viento en popa y mis dos primeras ideas han sido todo un éxito. No he tirado ni una miga a la papelera y he descubierto un par de marcas baratas que están estupendas. Me siento contenta, aunque sé que aun no es suficiente y necesito hacer más para ganarme el aprobado a final de curso. Le doy mil vueltas a la cabeza hasta que se me ocurre otra buena idea: hacer limpieza en casa, recopilar todas esas ropas y trastos viejos que no me pongo y donarlos a la beneficencia. Hasta dos maletas llenitas hasta los topes saco de casa. La cara de los del Proyecto Hombre mientras miraban a esa loca pija, o sea yo, arrastrar a duras penas dos enormes maletas no tiene precio. Alucinaron con mis donaciones, no podían parar de darme las gracias. Su alegría era aún audible cuando doblé la esquina de la calle...

Mi gente ha notado un cambio en mí, dicen que se me ve más relajada y sonriente. Y no puedo evitar contarle a todo el mundo el motivo de mi cambio. Algunos me miran y piensan que es otro de mis caprichos. Los que me conocen mejor saben que de verdad es una decisión seria y que mi cambio de actitud me está haciendo bien. Llega el momento de ser honesta conmigo misma. Me vuelvo a autoanalizar: “Laurita, reina, has cambiado, y se traduce en que estás más contenta y serena. Pero no es suficiente, aún hay que hacer más”. Cierto, no es suficiente. No es suficiente porque ya no quiero un aprobado a final de curso: ahora quiero un sobresaliente.

Mi siguiente idea lógica en este viaje que ya no tiene vuelta atrás es dejar de comprar cosas que no necesito. Medida que es aprobada con efecto inmediato. Eso elimina comprar ropa, zapatos, maquillaje, complementos y demás que no es necesario y que se compra por puro capricho. Cuidado: esto no significa que vaya a dejar de arreglarme y estar estupenda. Simplemente significa que tengo que aprovechar bien lo que tengo.

Tres meses más tarde mi cambio de actitud y de vida va de maravilla. Sigo comprando solo la comida que necesito y de marcas baratas. Sigo apartando aquello que no quiero y donándolo al Proyecto Hombre, que a estas alturas ya me adoran. E ironías de la vida, me he convertido en una experta estilista. He destapado mi lado creativo y combino mis ropas como jamás lo hubiera hecho antes, desenterrando esta vieja blusa de aquí y combinándola con aquella falda que me compré no sé cuándo. Nunca jamás me lo había pasado tan bien arreglándome. Me siento más atractiva y estilosa que nunca, lo que me hace muy feliz. Mis amigas están impresionadas conmigo, y alguna hasta me pide ayuda con sus modelitos. Increíble. Realmente increíble.

Un tiempo más adelante consigo reclutar a dos amigas del trabajo para la causa. Ellas se sentían como yo antes de empezar con todo esto. Saben de mi cambio y me han pedido detalles. Las dos se han apuntado instantáneamente a lo que ya denominamos entre nosotras “el Proyecto Laurita”. Les deseo todo lo mejor de corazón.

Semanas más tarde el Proyecto Laurita se extiende y ya podría abrir franquicias. Me llena de orgullo.

El Proyecto Laurita, perfectamente organizado y conectado vía cadena de emails y grupo facebook incluido, ha destapado una paradoja en su principio básico: como ahora vivimos al día y gastamos únicamente en aquello que necesitamos, la solvencia de nuestras cuentas corrientes está creciendo como la espuma. ¿Qué hacer con todo este dinero extra generado cada mes debido a la estupenda administración de nuestros fondos? Se decide unánimemente abrir una lluvia de ideas en el muro de nuestro grupo facebook. Algunas de estas ideas son:

“Donar dinero a una ONG u obra de caridad”
“Ayudar a mi hermana y mi cuñado a pagarles las carreras a los niños”
“Comprar ropa no para nosotros, sino para los necesitados”
“Ir de voluntario a algún país pobre y ayudar allí en lo necesario”
“Realizar actos altruistas como identificar quién de nuestro entorno tienen apuros económicos y ayudarle”

A mí todas estas ideas me parecen más que estupendas. Todas ellas tienen en común que se comparte nuestra suerte con los demás, premisa inicial del Proyecto Laurita. Por decisión más que unánime se concluye que cada uno elija la que más le convenga, aquella que le haga más feliz, que es de lo que se trata, de al final del día sentirse feliz y pleno.

Llega el final de curso. Hace un año que el Proyecto Laurita comenzó. Salen las notas al tablón de anuncios: el Proyecto Laurita saca una Matrícula de Honor.

jueves, 30 de junio de 2011

La 27 desde una euforia sincera

Hola a tod@s!

esta semana estoy de enhorabuena, estoy euforica y feliz! Os tengo que dar una noticia que me llena de alegría: hace varios meses envié una de las historias de este blog para participar en un concurso de relatos y...he quedado finalista! Para mi es un privilegio haber sido seleccionada como finalista para el premio, que aunque al final no lo he conseguido, supone para mi algo increíble. Participó mucha gente, era un certamen internacional, así que os podeis imaginar lo contentísima que estoy :>. La historia que mandé fue la número 14, publicada en mayo del 2010, y titulada "De la vulgaridad de unos versos" Os invito a leerla de nuevo :> Os pego aquí abajo el link del certamen:

http://www.lalectoraimpaciente.es/

Ya sabéis que en los últimos tiempos he perdido destreza en mis relatos. Pero no me rindo. Sigo posicionada en mi opción humilde y sigo trabajando para un día escribir preciosos y geniales relatos.

La historia que os cuento hoy tiene que ver con la adolescencia, que últimamente estoy reviviendo, lo que me ha llevado a recordar cosas preciosas que me arrepiento de haber olvidado. Espero que os guste, o como poco, que os entretenga un ratito ;>



EL CUARTO LIBRO DE LEONOR

Leonor miraba compulsivamente el intermitente cursor sobre la hoja de papel en blanco de su recién estrenado portátil. Ni por esas. Ni con un ordenador nuevecito era capaz de ponerse a escribir el que debería ser su siguiente libro. La fecha de entrega se acercaba y Leonor no tenía absolutamente nada que darle a su editor. Después de tres exitosos y aclamados libros Leonor era sencillamente incapaz de escribir un cuarto.

La fórmula mágica del éxito de sus libros precedentes había sido muy simple: Leonor siempre hablaba de experiencias propias que ella retocaba dándoles más o menos dramatismo aquí o allá. Los tres meses que se pegó viajando por Argentina y Chile y el cambio de actitud y mentalidad que supuso, su divorcio de Fernando y la nueva vida que emprendió tras él y la muerte de su abuelo y con él sus más preciados recuerdos de su infancia fueron los temas sobre los que construyó sus tres libros. El hecho de haberlos vivido en primera persona le ponía en una situación privilegiada para transmitir mejor que nadie las emociones y sentimientos que había experimentado con esos tres sucesos. Sucesos lo suficientemente populares como para que una amplio sector de los lectores se sintiese identificado con ellos. Todo un éxito simple, humilde y honesto.

Dado que ahora no tenía nada sobre lo que escribir, Leonor había concluido hacía ya unas semanas que su vida era aburrida y gris y que tenía una urgente necesidad por vivir experiencias y emociones nuevas. Leonor conocía el problema, pero no tenía ni idea de la solución.

Se levantó de la silla y se dedicó a deambular por la casa con la mente en blanco. Su apartamento no era especialmente grande o bonito. Se paró en seco y miró a su alrededor: cuanta mierda he acumulado desde que me mudé, se dijo, si sigo así tendré que irme pronto de esta casa a un sitio más grande. Estaban las cosas como para pensar en comprarse una casa más grande. ¡Ni hablar! Se dijo, una buena limpieza es lo que necesita esto. Y se puso a descartar ropas y cachivaches viejos. Cuando le llegó el turno a su estudio Leonor no ofreció tregua: removió aquí y allá y tiró papeles sin conocimiento...

Enfrascada como andaba en su misión, Leonor se sorprendió al descubrir un pesado sobre tamaño folio al fondo del último cajón. Lo sopesó en sus manos. ¿Qué habría allí dentro? Le dio la vuelta y lanzó un suspiro de profunda sorpresa: el sobre estaba dirigido a ella, Leonor Solana Paredes, y especificaba: “no abrir hasta el 2 de Marzo del 2011”. El corazón de Leonor latía a mil por hora: hacía apenas unos días había sido el 2 de marzo del 2011. Entonces Leonor reparó en la caligrafía y reconoció su letra de cuando era adolescente, de antes de comenzar la universidad. La costumbre de poner circulitos encima de la letra i la tuvo que abandonar al empezar la universidad, ya que perdía demasiado tiempo y había que coger apuntes muy rápido. Si, no cabía duda, esa carta y lo hubiese allí dentro lo había colocado ella misma, la Leonor adolescente, para ella misma, la Leonor de 32 años. Teniendo en cuenta lo despreocupada y loca que era en aquella época vete tú a saber lo que habría allí dentro...

Leonor no tenía una buena imagen de lo que había sido su adolescencia y de cómo la había vivido. Demasiado alcohol y porros, ni te cuento la cantidad de cigarrillos y chicos. Y de lo que más se arrepentía: demasiada rebeldía para con sus padres. Los pobres sufrieron demasiado por culpa de su mala actitud, sus pintas oscuras y andrajosas. No, no quería volver a revivir nada de ese pasado oscuro. Ni hablar. Gracias a dios que había conseguido encerrarlo en una parte muy bien protegida de su cerebro para no tener que recordarlo nunca jamás. Ahora tenía una vida ordenada. Aburrida, es cierto, pero ordenada y sin locuras. Aún así, Leonor no sabía qué hacer con el sobre...

Llamó a su amiga Asun, compañera de correrías desde la infancia para contarle lo sucedido y pedirle consejo. Asun alucinó con la historia y en un principio estuvo de acuerdo con Leonor en que lo pasado pasado estaba y mejor dejarlo estar. Aún así Asun le dijo a Leonor que era un poco exagerada, que en su adolescencia no todo habían sido vicios y excesos, que también reían mucho y tenían muchos sueños. ¿En serio? Preguntó Leonor, pues no me acuerdo, respondió. Y era cierto, no se acordaba de nada bonito de su adolescencia. Asun se despidió de ella diciéndole que a lo mejor gracias a ese sobre conseguía recordar las cosas buenas de aquella época. Y que se lo tomase con ligereza, al fin y al cabo era la idea de una adolescente un poco rebelde. Cierto, rió Leonor, no debería tomarme las cosas tan a la tremenda, es solo una chiquillada. Leonor colgó el teléfono entre risas y se dirigió a su estudio. Tomó el sobre entre sus manos, se sentó en su cómoda silla y abrió el sobre. Lo primero que encontró fue una carta, que decía así:

“Querida yo:

Supongo que ahora mismo estarás toda perpleja preguntándote a qué viene esta carta. Si es así, es que no recuerdas nada, o casi nada, de lo que eras, de lo que soy yo ahora mismo. No recuerdas cuánto te gustaba vestir camisetas negras de tus grupos favoritos, solo Levis 501 y botas de montaña. No te acuerdas de los posters que ahora decoran mi habitación, la que un día fue tuya. No te acuerdas de que ningún día te ibas a la cama sin haber escuchado por lo menos 3 cassettes completas, y una de ellas siempre de Bon Jovi. Y lo peor: no te acuerdas de lo que querías ser de mayor y aquello de lo que quieres huir. Te voy a refrescar la memoria.

De mayor no quieres ser como los demás, quieres ser diferente. No quieres lleva una vida cotidiana y común porque no vas a ser feliz. De mayor quieres ser escritora. Porque escribir te hace feliz. Porque en tu mundo de letras eres libre y puedes ser quien quieras ser.

Recuerda quién eras. Mira en el sobre.

Leonor Solana Paredes

PD: ¿También has olvidado por qué esta fecha? Madre mía, ¡las cosas han ido peor de lo que yo me pensaba!”

Leonor estaba muda. Obedientemente sacó todo lo que contenía el sobre. Encontró posters que un día decoraban su habitación, doblados en mil partes para caber en el sobre. Encontró una foto con sus mejores amigas de entonces, Asun y Marisa, que por cierto, seguían siendo sus mismas mejores amigas ahora. Y encontró una cinta cassette con una recopilación de sus canciones favoritas de entonces. Allí estaban Bon Jovi, su grupo favorito de entonces y durante mucho tiempo, Guns and Roses, Heroes del Silencio y demás. Puso la cinta en el equipo de música. Leonor reía y coreaba las canciones a voz en grito como cuando era una chiquilla. Ahora ya no escuchaba música como esa, de hecho no escuchaba prácticamente nada de música. Increíble, pensó, con lo que a ella le encantaba.

Leonor se pegó toda la tarde recordando cómo era de adoloescente. Su amiga Asun tenía razón: el sobre le hizo recordar todo. Y no podía negar que estaba donde estaba gracias a quién había sido: una rebelde que soñaba con ser escritora. Llamó corriendo a su amiga Asun y le contó todo. Las dos rieron como locas durante un buen rato recordando hazañas de aquellos años. Sólo faltaba un misterio por resolver: el de la fecha. Las dos se estrujaron los sesos hasta que se dieron por vencidas. Ninguna de las dos tenía ni idea…

Colgó con Asun y siguió escuchando la cassette hasta que se terminó la música. Leonor alargó la mano para apagar la cadena de música cuando un mensaje grabado a viva voz por ella saltó de los altavoces:

“Este mensaje es por si acaso aún no has descubierto el por qué de la fecha: hoy es el cumpleaños de Jon Bon Jovi, el cantante de tu grupo favorito. Y hoy tendrás 32 años, que suman 5, tu número favorito”

Leonor apagó la cassette y se quedó en silencio durante un rato… hasta que sus manos se alargaron hasta el teclado de su portátil y se pusieron a escribir esta historia sobre cómo uno se hace adulto y olvida cosas que quizás siempre debería haber guardado en su corazón, porque le hacen a uno único y extraordinario. Leonor escribió todo el libro en menos de una semana, mientras escuchaba música sin parar. Leonor nunca se permitió olvidar quién era y de dónde venía.

El cuarto libro de Leonor se convirtió en pocos meses en un gran éxito de ventas y crítica, debido a su ternura, honestidad y optimismo.

martes, 14 de junio de 2011

La 26: desde una revolución que no se puede ignorar

Hola a tod@s,

siento mi silencio involuntario de los últimos meses, ya sabéis, la tesis. Se que empieza a sonar a excusa manida pero es la pura verdad.

Hace días que mis companeros los indignados se merecían una historia. Incluso si no estáis indignados leedla por favor, porque me ha salido del puro alma.

Hasta pronto!

PD: basado en un hecho real ;>



DE LA RABIA A LA INDIGNACIÓN

Entro al baño y me entra un ataque de rabia. Cojo el limpiador de baño y en 2 minutos limpio todo con brío. Ojala pudiera vivir sola y no tener que soportar a los ligues de mi compañero de piso, que vienen creyéndose con todo el derecho para usar mi baño, el que solo yo limpio.

Voy la cocina a prepararme un té y me encuentro con un desastre monumental sobre la encimera. Olla y sartén sucios, cuchillos, platos, vasos. Hay que sumar el estado general de la encimera y los hornillos, donde más grasa y tropezones ya no caben... Qué rabia me entra otra vez. Justo ayer limpié la cocina de cabo a rabo y la dejé bien decente. Vuelve a mi cabeza mi frase favorita desde hace tiempo: ¡ojalá pudiera vivir sola! Nadie ensuciaría mi cocina recién limpia. Lástima de dinero. Siempre el maldito y cochino dinero.

De camino a mi cuarto tropiezo con un trozo de pizza. La rabia me pone los pelos de punta. Nada más llegar a mi cuarto pongo el spotify a toda caña: si le molesta mejor que mejor. Acto seguido me meto en gumtree.com a mirar apartamentos/estudios en mi misma zona. Ni de casualidad podría pagar yo eso. Tendría que pagar más del doble de lo que pago ahora por mi cuarto ¡y sin contar los gastos! Imposible. Maldito dinero. Maldito y cochino dinero.

Paso a reflexionar sobre mi vida y mis perspectivas actuales. En mi empresa no puedo ascender de momento. Están las cosas a punto de explotar, ¡como para ascender! La crisis afectó de lleno al sector y andamos mirando los gastos con lupa. Entonces la opción sería cambiar a otra empresa. No. No, no. Ya miro trabajo todas las semanas y echo currículums pero aún estoy esperando a que me llamen de algún sitio para una triste entrevista. Además los puestos a los que puedo optar por mi experiencia son muy similares al que tengo ahora con lo cual no mejoraría mi sueldo actual. La opción radical sería irme de Londres de vuelta a España. Eso también lo he mirado ya y directamente no hay ni ofertas de trabajo de lo mío o similar. Además, esa fue precisamente la razón por la que me vine aquí. Bonito panorama. Voy a tener que tragarme con patatas al ligón de mi compañero de piso durante una larga temporada. No es justo. No es justo.

Entonces paso a animarme a mí misma obligándome a ver el lado positivo de mi vida y mis circunstancias. Primero: tengo trabajo. Aunque estoy sobrecualificada al menos no me disgusta. Hoy en día eso es algo por lo que dar las gracias y además bien dadas. El sueldo no es muy alto, claro, como no trabajo en finanzas, ni bancos, ni marketing. Pero lo dicho, doy gracias. La rabia se me baja un puntito, al igual que el volumen del spotify. Segundo: vivo en un apartamento decente en una buena zona. Cuanta gente tiene que vivir en apartamentos desastrosos en zonas superpeligrosas porque es lo único que pueden pagar. Cierto que el agua caliente va cuando le da la gana y las ventanas no aíslan nada de nada. Pero vuelvo a dar gracias otra vez. La rabia está ya en proceso de extinción y el volumen al que bramaba mi spotify está ahora tan solo a nivel medio-alto. Tercero: mi compañero de piso es un buen chico. Un ligón y un desastre pero buen chico. Amable y hablador. Pienso en algunos de mis amigos, que comparten piso con gente a la que apenas ve y con los que como mucho intercambian un hola y adiós. Bueno. No está tan mal la cosa entonces. Sonrío. La rabia está domada. Todo había sido un estúpido ataque. Apago el spotify y me quedo en silencio.

De pronto, ya no sonrío más. Me siento patética. Me cabreo. Me indigno. ¿Cómo puede ser que me tenga que conformar y obligarme a sentirme feliz así? ¿Por qué me tengo que conformar cuando veo que otros ganan al mes 100 veces más de lo que gano yo en un año? ¿Por qué tengo que ver cómo hay gente que vive en mansiones mientras otros se mueren de hambre? ¿Por qué tengo que conformarme con mi trabajo cuando yo estudié para contribuir mucho más a la sociedad? Una sociedad que permite que haya ladrones gobernándonos y analfabetos ocupando cadenas de televisión día sí y día también ¡Estoy indignada!

Desde luego no es la culpa de mi compañero de piso, ni de sus ligues. No sé de quién es la culpa pero ya estoy harta. Yo, y la gran mayoría de los ciudadanos nos merecemos una sociedad digna y justa.

Ahora sí sonrío de verdad. Mi conciencia ha despertado. Y ya no hay vuelta atrás :)

sábado, 12 de febrero de 2011

La 25, desde un sábado que promete

Buenos días tengan ustedes,

aquí estoy como loca de contenta porque es sábado y me estoy dedicando a hacer lo que me da la gana. Además, hoy hay un plan estupendo para esta tarde/noche (aquí en las islas las juergas empiezan a la hora de la siesta) que promete muchas risas y una tremenda resaca.

Espero que estéis todos disfrutando del fin de semana. Para ayudaros en vuestro empeño, me gustaría compartir con vosotros un artículo que he encontrado en un suplemento semanal de esos que dan los fines de semana con el periódico. Me ha resultado muy tierno y curioso. Espero que os guste ;>




LA MUJER PERDIDA

En aquel pueblo de mala muerte el viento susurra la misma canción que los borrachos gritan cada noche al cerrar el bar y las viejas murmuran antes de acostarse: la perdida, la mujer perdida nos perdió a todos en el mapa...maldita mujer perdida...

Castillar de las Casas es el típico pueblo inhóspito del interior de España. Medioabandonado. Gris. Sin futuro. Triste y rabioso. Cuesta imaginar que décadas atrás fue un pueblo próspero y burbujeante, el más alegre de la comarca. De aquella prosperidad no queda más que una plaza demasiado grande para ese pueblo casi vacío. Y todo por culpa de la mujer perdida, esa que perdió al pueblo en el mapa y con él a todos sus habitantes…

Hace 50 años, Castillar de las Casas estaba a pleno rendimiento. Los grandes mataderos situados a las afueras eran el referente de toda la comarca. Con aquellos mataderos el pueblo gozaba de una economía envidiable, especialmente teniendo en cuenta los vientos que corrían por aquella España que aún no había superado las escaseces provocadas por la Guerra Civil. Había trabajo para todo el mundo y más. Gentes de otros pueblos no tan afortunados de los alrededores encontraban en Castillar de las Casa su nuevo hogar. Y la cosa pintaba aún mucho mejor. La hija del dueño de los mataderos se iba a casar con un riquísimo fabricante de zapatos que estaba buscando una adecuada localización para su siguiente fábrica. Los habitantes del pueblo estaban contentos hasta decir basta. El pueblo ya no solo prosperaba, ¡ahora también iba a crecer! Todos andaban como locos de contentos. Todos excepto Soledad, la hija del dueño de los mataderos…

Soledad de hecho andaba tirándose de los pelos. Consciente de lo que aquel matrimonio medioarreglado suponía para todo el mundo, Soledad se sentía atrapada y chantajeada por su padre y habitantes del pueblo. Su madre, cual adorno disecado, no decía nada, no contradecía a su padre. Solo sabía sonreír y decirle a su hija lo feliz que iba a ser. Soledad hacía honor a su nombre y se sentía sola. Muy sola...

Soledad no tenía ni las fuerzas ni la personalidad suficiente como para negarse a las expectativas de todo el mundo. Así que se casó con toda la buena voluntad que fue capaz de amasar en su corazón. El fin de semana de la boda fue como una fiesta nacional, todo el pueblo de gala y comida y bebida para dar y regalar. La novia virgen purísima y el novio un gallardo caballero de la época. Todo un espectáculo digno de una película de Berlanga...

Y todo siguió siendo un espectáculo hasta que apareció Manuel Montañez. Don Manuel Montañez, librero ambulante al que ahora la vida había llevado a Castillar de las Casas con su modesto cargamento de libros y demás pocas posesiones. Manuel Montañez se dedicaba a la compraventa de libros. Antes de la guerra era sólo un romántico y bohemio muchacho que soñaba con ir a la universidad y estudiar literatura. Pero la guerra lo paró todo y el clima posterior no daba para andarse con romances y poesías. Pero aun así, el espíritu bohemio no murió y lo más honesto con lo que se le ocurrió que podía ganarse la vida en la España de la posguerra fue la compraventa ambulante de libros y revistas. Y allí estaba, en Castillar de las Casas, rezando para que todo le fuese bien en aquel pueblo que parecía bastante bien parado…

Era cuestión de días que Soledad y Manuel se conociesen. Y cuestión de minutos que se enamorasen. Anduvieron negándose respectivamente sus sentimientos durante un tiempo, hasta que la naturaleza reanudó su curso y no les quedó más remedio que aceptar lo suyo. Y el único paso lógico era huir. Eso fue exactamente lo que hicieron. Huir a dondequiera que fuese. Unos decían Madrid. Otros les hacían ir hasta Francia. Y los más osados se atrevían con América. Nadie lo supo jamás. El ultrajado esposo se largó y con él el sueño de su fábrica de zapatos. El padre de Soledad cayó en una profunda depresión que trajo como consecuencia el abandono de sus mataderos, los cuales cerraron poco antes de que el hombre muriera. El pueblo cayó en la desgracia. Con él todos sus habitantes. Y todo por culpa de la mujer perdida. Esa mujer mala, egoísta y perdida…

Esta es la historia de la mujer perdida tal y como todo el mundo la conoce en la comarca de Castillar de las Casas. Hay que tener en cuenta que en la España ultracatólica de la posguerra, ¡esto era un escándalo de proporciones monumentales! Que una mujer casada huyese con su amante era el colmo de los pecados atribuibles a una mujer. Hay muchos ejemplos como éste en la España franquista. Pero ninguno que influenciase tanto en el desarrollo económico de una población. Mi madre, que es del pueblo de al lado de Castillar, me ha contado esta historia desde que soy niño. Y siempre la di por cierta. Jamás se me ocurrió pensar que en ella hubiese una horrenda falsa apariencia…

Hace tres semanas, deambulando por Madrid, me vi a mí mismo descansando en una alegre terraza de La Latina. Allí sentado, taza de café en mano, reparé en una minúscula librería al otro lado de la calle. Lo que me llamó la atención fue su nombre: Libros de Segunda Mano y Antigüedades, Montañez e Hijos. Apuré mi taza de café y me dirigí hacia el minúsculo local. En efecto, había toda clase de libros raros y antiguallas, todo un dispendio de cultura alternativa. Pero en el fondo, lo que había hecho click en mi cabeza fue la asociación libros-Montañez. Así que fui hasta el dependiente y me presenté. Le conté que era periodista y que me dedicaba a escribir en el suplemento semanal de un famoso periódico historias y hechos históricos curiosos. Le conté de dónde era mi madre, un poco por encima la historia de la mujer perdida, y qué me había llevado hasta allí. Para mi gran sorpresa el dependiente sonrió y me dijo que en efecto, su padre era Don Manuel Montañez y su madre Doña Soledad de Montañez, que se había cambiado el apellido al casarse con su padre. ¡Dios mío! Mi corazón iba a mil por el descubrimiento. ¡La historia era real! ¡Soledad y Manuel Montañez existían! Solo que la historia era ligeramente diferente…

Concerté una cita con Soledad y Manuel Montañez una agradable mañana de hace dos semanas. Poseen una casa sin lujos pero muy acogedora y luminosa. Ellos me resultaron adorables, enamorados cual dos veinteañeros y extremadamente amables. Me contaron la historia real para que yo se la revelase al mundo entero y de una vez por todas pudiesen limpiar sus nombres. Esta es la verdadera historia de Soledad y Manuel, una historia de valentía, fuerza y sobre todo, amor:

Todo lo contado anteriormente hasta la aparición de Manuel Montañez es cierto. Sólo hay que recalcar una vez más la profunda tristeza y vacío que sentía Soledad por haberse visto obligada a casarse con un hombre al que no amaba. Entonces hace su aparición Manuel y se enamoraron sin remedio. Lo que nadie sabe es que Manuel conocía al marido de Soledad. En su condición de librero ambulante había visitado muchos sitios a lo largo y ancho de España, y en uno de ellos había dado con el marido de Soledad. El riquísimo fabricante de zapatos que todo el mundo le creía no era otra cosa más que un timador de altos vuelos. Se dedicaba a timar a familias de mucho dinero con el pretexto usado en Castillar: la búsqueda de una localización para su siguiente fábrica de zapatos. Así, en este caso, su víctima era el padre de Soledad, al que se cameló con malas artes para que le diese la mano de su hija en matrimonio y así convertirse él en el heredero de una sustanciosa fortuna. Su plan iba viento en popa hasta que apareció el maldito librero ambulante, Manuel Montañez. Del que para colmo se enamoró su supuesta inocente esposa. Manuel le contó todo a Soledad y ambos fueron a enfrentarse al farsante. Le amenazaron con destaparle si no se iba inmediatamente de Castillar. Lo que ellos no se esperaban es que él les amenazase con no anular el matrimonio entre él y Soledad a no ser que huyesen del pueblo como dos supuestos enamorados pecadores. La anulación del matrimonio a cambio de su silencio para siempre. El timador, de carácter bastante violento, fue muy efectivo en sus amenazas, porque Manuel y Soledad, muertos de miedo, huyeron a Madrid. El plan era reencontrarse con el timador para que anulase el matrimonio, lo cual hizo. Para el timador, era importante librarse de ese matrimonio con Soledad. Así, él podía reanudar limpio sus actividades de farsante. Manuel y Soledad se casaron y formaron una familia. Con el tiempo abrieron su pequeña librería y fueron felices. Pero tuvieron que pagar el precio de nunca volver a Castillar de las Casas.

Cuando le pregunté a Soledad de Montañez si se arrepentía o si echaba de menos el pueblo que la vio nacer y crecer me respondió con un sorprendente no. Me contó que sus padres fueron en realidad los culpables de todo: ellos siempre supieron toda la verdad porque ella y Manuel fueron a decirles todo lo que habían averiguado sobre el despiadado timador. Aún así, habían elegido salvar las apariencias y dar a su hija por mala y perdida. Su padre hubiera muerto antes que el mundo supiese que había sido engañado como a un niño. Además, jamás hubiera aceptado a Manuel como su marido. Para su padre, Manuel era un ser despreciable y andrajoso. Ella les escribió una vez casados e instalados en Madrid. Pero nunca obtuvo su respuesta. Sus padres siempre supieron donde encontrarla. Pero nunca fueron a verla. Me confesó que en ese pueblo sólo había sentido infelicidad y soledad. Por ello se cambió su apellido al casarse, para borrar toda vinculación con su familia y lugar de procedencia. Lo único que le dolía haber perdido era su honor. Ese que espera recuperar contando la verdad en este artículo.

Las últimas palabras que me dijo Soledad fueron: “¿Sabes? hay algo de verdad en eso de la mujer perdida. Estuve perdida mucho tiempo…en Castillar de las Casas”.

martes, 18 de enero de 2011

La 24, así de la nada...

Hola a tod@s,

en este dia luminoso de invierno, que por cierto ya tocaba el sol, vuelvo de la nada para traeros una historia que me quemaba tanto en la cabeza que he tenido que escribirla ya de ya.

Espero que el frio clima os este tratando bien. Yo solo pienso en dias mas largos y cazadoras vaqueras.

Besos y espero distraeros un poco con esta historia. Hasta pronto (espero :P)




DIARIO DE UN MORIBUNDO

13 de Septiembre de 2010, en algún lugar de España:

¿Qué harías si supieses que te estás muriendo? ¿Si supieses que tu existencia en este mundo tiene fecha de caducidad?

Tengo 34 años y me estoy muriendo.

Lo se desde hace ya unos meses pero no se lo he querido decir a nadie. No quiero que mis últimos días en este mundo estén condicionados por la lástima y la pena.

Vuelvo a la pregunta del qué haríais. La gran mayoría de vosotros contestaría que intentaría pasar todo el tiempo que le queda con su familia y amigos. Teniendo en cuenta que siempre he sido un gran despegado, todo el mundo que me conoce se daría cuenta de que hay gato encerrado. Además quiero pasar este tiempo que me queda como si esta cosa horrible no estuviese sucediendo. La otra opción que queda entonces, esa que el resto de vosotros contestaría, es la de hacer todas esas cosas que siempre quisiste hacer y que por dinero, tiempo o cobardía no se llevaron a cabo. La gente pensará que me he vuelto loco o que estoy en alguna crisis de identidad o madurez. Es igual. Con una de las dos opciones me tengo que quedar. Voy a elegir la segunda.

29 de Octubre de 2010, Nueva York:

Lo primero que hice cuando tomé mi opción fue preguntarme cuál había sido mi mayor frustración. Fácil. No haber vivido en Nueva York. Idolatro esta ciudad desde que soy un chaval. Desde que todas mis películas favoritas sucedían aquí. Desde que se que existe un Brooklyn, un Manhattan y un Queens. Desde que la única mujer que alguna vez me atreví a amar fuese de aquí.

Ni que decir tiene que dejé mi trabajo. Por internet alquilé una habitación en Brooklyn por 3 meses. Me dedico a hacer lo que me da la gana.

1 de Noviembre de 2010, Nueva York:

Día de los Santos Inocentes. El año que viene habrá gente poniendo flores en mi tumba. Espero. Espero que para aquel entonces alguien aún se acuerde de mi.

16 de Noviembre de 2010, Nueva York:

Cuando vine aquí ya traje la idea de dar clases de español. No por el dinero sino por conocer gente. Las cobro al ridículo precio de 5 dólares la hora más la consumición. Estoy muy contento. He conocido gente muy abierta y positiva. Entre todo ellos hay una chica. Es encantadora. Es de Eslovaquia, lleva aquí 5 meses. Dice que quiere aprender español porque a veces aquí es más útil que el inglés. Es encantadora. Se llama Petra.

18 de Noviembre de 2010, Nueva York:

Mi otra gran actividad en esta ciudad es ir a jugar al futbol. Uno de mis compañeros de piso, de Brasil, me convenció para ir con el a jugar al parque. Me gusta ir. Me olvido de los dolores, que por cierto no van a más. Me pregunto cuándo tornarán a insoportables.

27 de Noviembre de 2010, Boston:

Me he hecho gran amigo de uno de mis alumnos. Este fin de semana se venía a Boston con unos amigos y me dijo que si quería ir con ellos. Ni me lo pensé un segundo. Por supesto que si. He estado en el Cheers y vamos a ir a ver un partido de la NBA con los Boston Celtics. Dos sueños de juventud hechos realidad en tan solo un fin de semana.

9 de Diciembre de 2010, Nueva York:

Petra y yo salimos mucho. No pasa nada entre nosotros porque yo no quiero. Sería muy cruel por mi parte. Pero es encantadora. Le encanta el teatro así que vamos cada vez que salimos. Pronto tendré que volver a Espana. Haré coincidir mi vuelta con las Navidades.

21 de Diciembre de 2010, Nueva York:

Ayer fue mi fiesta despedida. Ahora mismo estoy llorando. Han sido los mejores 3 meses de mi vida. Y además creo que estoy sinceramente enamorado de Petra.

22 de Diciembre de 2010, JFK International Airport:

Me voy. Tengo los ojos rojos de tanto llorar. Pero me tengo que ir. La principal razón es que tengo que ir a los médicos, ver qué me dicen, cómo va mi horror particular. Va a ser el peor día de mi vida. Justo después de los mejores 3 meses de mi vida. Cruel ironía.

29 de Diciembre de 2010, Zaragoza:

¡He vuelto a nacer! ¡No me lo creo! ¡Estoy como loco de contento! ¡Todo había sido un error! ¡La biopsia inicial era errónea! ¡Mi tumor es benigno y aunque tan grande se puede extirpar sin mayores complicaciones! ¡¡¡Estoy como loco de contento!!!

15 de Junio de 2011, Zaragoza:

Obviamente ya no soy un moribundo. Encontré ayer este diario al empaquetar las cosas para la mudanza y pensé que debería cerrarlo contando todo lo que ha pasado.

La operación fue en enero y todo fue estupendamente. Les tuve que contar todo a mi familia y amigos. Después del estupor inicial todos se portaron conmigo de maravilla. Soy muy afortunado.

Entretanto escribí un email a Petra contándole todo. Y también diciéndole que estaba enamorado de ella. Después de dos eternos días obtuve su respuesta. Ella también estaba enamorada de mi, dispuesta a dejar Nueva York y venir conmigo si era necesario. Las cosas allí no le iban tan bien como a ella le habría gustado. Apenas sobrevivía. Para mí volver a Nueva York hubiera sido difícil por el tema del empleo y la visa. Así que le dije que viniese aquí, que nos arreglaríamos.

Y nos arreglamos muy bien. Yo encontré trabajo enseguida gracias a un conocido y ella está estudiando español e inglés. Es chica lista. Se que todo irá muy bien. Pasado mañana nos cambiamos de piso, a uno más céntrico.

Es muy irónico cómo la presencia de la muerte certera me dio la vida. Si no me hubiese sabido moribundo nunca habría ido a Nueva York y vivido todo lo que allí sucedió. Ahora vivo cada día como el último. Ahora ya no soy un despegado ajeno a los que quiero. Ahora ya no muero de una lenta e impasible pena.