Una espanolita en Londres

Una espanolita en Londres
Camden Town Girl...o sea, yo

Fabio, yo y mil historias inventadas contrarreloj

Yo, españolita, treintañera y con ganas de hacer algo diferente en mi vida, he decidido, por fin, poner por escrito las millones de historias y fantasías que pasan por mi cabeza... ¡en forma de reto!

Fabio, un hombre argentino aficionado a la literatura si cabe más que yo, me manda sus historias y cuentos desde hace poco, y yo le correspondo con las mías. Alguien a quien no conozco, una conexión difícil de explicar...

El reto es, cada vez que reciba un texto de Fabio, he de contestarle en menos de 24h, con una historia totalmente nueva y original...

¿Podré seguir el ritmo? ¿Será mi imaginación tan fantasiosa como siempre he pensado? ¿O no seré más que otra españolita en Londres que se piensa que, por estar en esta ciudad tan libertaria, puede hacer cualquier cosa que se proponga? ¡Este blog me sacará de mis dudas! :>


viernes, 15 de julio de 2011

La 28 bajo un cielo azul de nubes blancas

Hola a tod@s,

las tardes de verano son para mí de las más bonitas. Hoy la jungla nos ha regalado un día de verano precioso, con una tarde de cielo azul y nubes blancas, de esas que parecen pompones de algodón. Tanta nuebecita de cuento infantil me hace soñar en que un mundo mejor es posible. Un sueño que los que me conocéis bien sabéis que es recurrente en mí...

...de ahi esta historia que os cuento hoy. Disfrutad de las tardes verano estéis donde estéis :>




EL PROYECTO LAURITA

No soy feliz. Mi vida no es plena.

No tiene nada que ver con mi familia, a la cual adoro, o mis amistades, que son sinceras. Tiene que ver conmigo.

Me dejo caer abatida en el sofá. Reparo en mi nuevo reloj, un Armani último modelo. Es curioso, comprarme el Armani me puso contenta. Aunque bien pensado el contento me duró apenas tres días. Miro el pequeño trozo del imperio Armani que luce en mi muñeca con una mueca de recelo. Sin saber porqué siento el impulso de quitármelo, y eso hago. Le siguen los pendientes de oro blanco y los dos anillos de diseño que adornan mis manos. Respiro hondo. Quizás ahí está el problema. No comparto lo bueno que tengo en mi vida con los demás. Tengo un trabajo excelente, que paga de sobras mis gastos y necesidades mensuales. Incluso ahorro dinero. Y lo demás me lo gasto en caprichos como ropa y joyas. Me siento estúpida, vacía…

Me levanto del sofá, desenjoyada, y me dirijo a la cocina. Abro la nevera y la veo repleta de comida, la mitad de la cual sé que acabaré tirando porque caducará. Son todo marcas caras. Claro, gano buen dinero, por eso compro las marcas más envidiadas. Se me revuelve el estómago instantáneamente y cierro la nevera de un portazo. Maldita nevera: el portazo no suena a nada porque estas malditas neveras caras último modelo tienen amortiguadores. Mi noble declaración de rabia frustrada por una maldita nevera último modelo más cara que su cara dura...

Frustrada, e inapetente, me tiro en la cama. Permanezco así hasta que se me sube el orgullo de mujer luchadora que siempre he sido y me autoanalizo en un pis pas: “Laurita, guapa, no eres feliz aun con todas tus marcas, últimos modelos y trozos de ficticios imperios italianos. ¡Haz algo!” Haz algo, haz algo, ¿pero el qué?

Dos horas más tarde se me ocurre la primera idea: en la medida de lo posible, comprar al día únicamente eso que voy a comer. Aunque sea un poco lata ir a comprar la mayoría de los días, de esa manera me aseguro de que compro lo que como. Con el tiempo, cuando haya calculado bien qué necesito a la semana, igual puedo espaciar las compras. De esta manera no tiro comida, que me parece horrible, ¿cómo he podido llegar a eso? Al minuto, se me ocurre la segunda idea: nada de las marcas más caras. Compra marcas baratas. Total, la calidad de la comida en España es bastante buena, incluso una marca modesta proporciona productos de calidad. ¡Dicho y hecho! Excitada como una colegiala me voy a la cama pensando que efectivamente el día siguiente es mi primer día de curso, un curso en el que necesito cambiar mi vida para aprobar.

Una semana después mi plan va viento en popa y mis dos primeras ideas han sido todo un éxito. No he tirado ni una miga a la papelera y he descubierto un par de marcas baratas que están estupendas. Me siento contenta, aunque sé que aun no es suficiente y necesito hacer más para ganarme el aprobado a final de curso. Le doy mil vueltas a la cabeza hasta que se me ocurre otra buena idea: hacer limpieza en casa, recopilar todas esas ropas y trastos viejos que no me pongo y donarlos a la beneficencia. Hasta dos maletas llenitas hasta los topes saco de casa. La cara de los del Proyecto Hombre mientras miraban a esa loca pija, o sea yo, arrastrar a duras penas dos enormes maletas no tiene precio. Alucinaron con mis donaciones, no podían parar de darme las gracias. Su alegría era aún audible cuando doblé la esquina de la calle...

Mi gente ha notado un cambio en mí, dicen que se me ve más relajada y sonriente. Y no puedo evitar contarle a todo el mundo el motivo de mi cambio. Algunos me miran y piensan que es otro de mis caprichos. Los que me conocen mejor saben que de verdad es una decisión seria y que mi cambio de actitud me está haciendo bien. Llega el momento de ser honesta conmigo misma. Me vuelvo a autoanalizar: “Laurita, reina, has cambiado, y se traduce en que estás más contenta y serena. Pero no es suficiente, aún hay que hacer más”. Cierto, no es suficiente. No es suficiente porque ya no quiero un aprobado a final de curso: ahora quiero un sobresaliente.

Mi siguiente idea lógica en este viaje que ya no tiene vuelta atrás es dejar de comprar cosas que no necesito. Medida que es aprobada con efecto inmediato. Eso elimina comprar ropa, zapatos, maquillaje, complementos y demás que no es necesario y que se compra por puro capricho. Cuidado: esto no significa que vaya a dejar de arreglarme y estar estupenda. Simplemente significa que tengo que aprovechar bien lo que tengo.

Tres meses más tarde mi cambio de actitud y de vida va de maravilla. Sigo comprando solo la comida que necesito y de marcas baratas. Sigo apartando aquello que no quiero y donándolo al Proyecto Hombre, que a estas alturas ya me adoran. E ironías de la vida, me he convertido en una experta estilista. He destapado mi lado creativo y combino mis ropas como jamás lo hubiera hecho antes, desenterrando esta vieja blusa de aquí y combinándola con aquella falda que me compré no sé cuándo. Nunca jamás me lo había pasado tan bien arreglándome. Me siento más atractiva y estilosa que nunca, lo que me hace muy feliz. Mis amigas están impresionadas conmigo, y alguna hasta me pide ayuda con sus modelitos. Increíble. Realmente increíble.

Un tiempo más adelante consigo reclutar a dos amigas del trabajo para la causa. Ellas se sentían como yo antes de empezar con todo esto. Saben de mi cambio y me han pedido detalles. Las dos se han apuntado instantáneamente a lo que ya denominamos entre nosotras “el Proyecto Laurita”. Les deseo todo lo mejor de corazón.

Semanas más tarde el Proyecto Laurita se extiende y ya podría abrir franquicias. Me llena de orgullo.

El Proyecto Laurita, perfectamente organizado y conectado vía cadena de emails y grupo facebook incluido, ha destapado una paradoja en su principio básico: como ahora vivimos al día y gastamos únicamente en aquello que necesitamos, la solvencia de nuestras cuentas corrientes está creciendo como la espuma. ¿Qué hacer con todo este dinero extra generado cada mes debido a la estupenda administración de nuestros fondos? Se decide unánimemente abrir una lluvia de ideas en el muro de nuestro grupo facebook. Algunas de estas ideas son:

“Donar dinero a una ONG u obra de caridad”
“Ayudar a mi hermana y mi cuñado a pagarles las carreras a los niños”
“Comprar ropa no para nosotros, sino para los necesitados”
“Ir de voluntario a algún país pobre y ayudar allí en lo necesario”
“Realizar actos altruistas como identificar quién de nuestro entorno tienen apuros económicos y ayudarle”

A mí todas estas ideas me parecen más que estupendas. Todas ellas tienen en común que se comparte nuestra suerte con los demás, premisa inicial del Proyecto Laurita. Por decisión más que unánime se concluye que cada uno elija la que más le convenga, aquella que le haga más feliz, que es de lo que se trata, de al final del día sentirse feliz y pleno.

Llega el final de curso. Hace un año que el Proyecto Laurita comenzó. Salen las notas al tablón de anuncios: el Proyecto Laurita saca una Matrícula de Honor.