Una espanolita en Londres

Una espanolita en Londres
Camden Town Girl...o sea, yo

Fabio, yo y mil historias inventadas contrarreloj

Yo, españolita, treintañera y con ganas de hacer algo diferente en mi vida, he decidido, por fin, poner por escrito las millones de historias y fantasías que pasan por mi cabeza... ¡en forma de reto!

Fabio, un hombre argentino aficionado a la literatura si cabe más que yo, me manda sus historias y cuentos desde hace poco, y yo le correspondo con las mías. Alguien a quien no conozco, una conexión difícil de explicar...

El reto es, cada vez que reciba un texto de Fabio, he de contestarle en menos de 24h, con una historia totalmente nueva y original...

¿Podré seguir el ritmo? ¿Será mi imaginación tan fantasiosa como siempre he pensado? ¿O no seré más que otra españolita en Londres que se piensa que, por estar en esta ciudad tan libertaria, puede hacer cualquier cosa que se proponga? ¡Este blog me sacará de mis dudas! :>


martes, 13 de abril de 2010

Historia 11-Dónde está Fabio?

Hola mozos y mozas, cómo va la semanita?

Yo aqui estoy preocupada por la falta de noticias de Fabio. Manda relatos pero no escribe mucho...mmmm...veremos a ver que pasa. Yo sigo con mi reto y escribo cuando recibo cosas de el, lo que me ha puesto en un apuro el dia de hoy que estoy muy ocupada y he tenido que ir escrbiendo esta historia a ratos sueltos.

Espero que os guste, es una celebración de los pequenos placeres cotidianos.

Besos a tod@s....aqui va la historia contrarreloj número 11!




GRACIAS

Susana subió las persianas de su dormitorio para dar paso a un radiante y luminoso sol que no había brillado en una semana de oscuras lluvias. Se puso contenta de inmediato y canturreando se fue a la cocina a prepararse un café. Decidió tomárselo en la terraza, para así dejar que los rayos le acariciasen la cara antes de darse una ducha. Tanto se inclinó para atrapar el soleado espectáculo que, sin darse cuenta, empujó unas macetas que habían acumulado agua de lluvia en su base. El agua terrosa de las macetas se derramó y fue a caer en el parabrisas de la furgoneta de Antonio que en ese momento hacía su triunfal entrada en la plaza.

Antonio vio caer algo pringoso sobre su parabrisas y maldijo a todos los pájaros del universo. Así que paró la furgoneta en el primer hueco que vio y se bajó a limpiar el cristal, descubriendo, para su agradable sorpresa, que no era más que agua sucia. Bendijo su suerte y reparó en el coqueto café enfrente suyo que le invitaba a entrar y tomarse un respiro. “Me he tomado un café en casa pero otro no me vendría nada mal antes de seguir con los repartos”. Así que entró, de muy buen humor, a por un cafelito de media mañana. Para su gran alegría, se encontró con su amigo Sergio al que no veía desde hacía unas semanas. Los dos se abrazaron y charlaron durante más de media hora de esto y de aquello y de lo de más allá. Se despidieron como sólo dos amigos de toda la vida saben hacerlo, y Antonio le mandó besos y recuerdos a Maribel, la mujer de Sergio.

Cuando Antonio desapareció con su furgoneta, Sergio, que estaba de espíritu alegre por el encontronazo con su amigo, decidió ir a darle los besos y recuerdos de Antonio a Maribel en persona, que total trabajaba en la peluquería a la vuelta de la esquina de la plaza. Pensó que casi nunca iba a ver a su mujer al trabajo, y que seguro que una sorpresa en un día tan bonito le encantaría. Así que dicho y hecho, compró unas flores en la floristería de al lado del café y desapareció de la plaza doblando la esquina rumbo de la peluquería de Maribel.

¡Y si que se sorprendió Maribel, si! ¡Se puso más contenta y agitada que una adolescente con novio nuevo! En cuanto encontró un huequito en su apretada agenda de clientes, salió con su marido a dar un paseo por la placita y así disfrutar del radiante sol. Los dos parecían dos chiquillos, besos y arrumacos por todas partes, un bonito espectáculo. Pero lo bueno, si breve, dos veces bueno, y Maribel pronto tuvo que regresar a la peluquería a seguir con sus faenas. Pero antes de ir, pensó que sería bonito hacer partícipes a las otras chicas de la peluquería y los clientes de su buen humor. Así que compró en la pastelería de la esquina unos bombones y unas pastas para deleite de todo el que estuviese en la peluquería en ese momento.

Ana fue una de las afortunadas que probó bombones y pastas, acompañados por café que prepararon allí mismo en la peluquería. Pensó que era un bonito detalle y que transformaba ese día en algo especial. Se acordó de los maravillosos bizcochos y tartas que solía hacer antes, cuando los niños aún no habían llegado y estaba menos ocupada. ¡Ay que tiempos aquellos! Ella sola en su cocina dando rienda suelta a su vena repostera… ¿y por qué no hoy? ¿Por qué no celebrar el bonito día de hoy? Encaminó su paso ligero a casa y fabricó un bizcocho delicioso en menos de 1 hora. ¡Su madre se pondría tan contenta si la viera! Así que la llamó por teléfono y en cuanto oyó la palabra bizcocho, Asun se plantó en casa de su hija Ana en menos que canta un gallo. “Desde luego hija mía, tus bizcochos son únicos, ¡los mejores del mundo!”, exclamó Asun con los carrillos llenos. Y se acordó de su amiga Pilar, la pianista, cuántos atracones de tartas de Ana se habían metido las dos juntas. Pobre, luego Pilar se quedó paralítica y entonces quedaban mucho menos. “Ana, hija, ¿te importa si te cojo el resto del bizcocho? Es para Pilar, lo contenta que se pondrá al verme con uno de tus postres” “Claro mamá, llévatelo y disfrútalo con ella, yo haré otro para casa en un santiamén”.

Asun fue a casa de Pilar, que vivía allí al lado en la plaza. Y tal y como había predicho, Pilar se emocionó por esa sorpresa tan bonita e inesperada y las dos amigas estuvieron horas hablando de la vida y atracándose de bizcocho como dos chiquillas.

Yo, Pilar, estoy agradecida porque hoy ha sido un día muy especial, tener a mi amiga Asun aquí conmigo ha sido un verdadero regalo del cielo y una ruptura de mi rutina. Una rutina, sin embargo, de observadora privilegiada desde mi silla de ruedas. Desde ella vi a Susana, la vecina de enfrente de la plaza, salir al balcón a apreciar el sol esta mañana. Vi esa agua embarrada de la maceta caer en el parabrisas de Antonio, el repartidor, que decidió tomarse un descansito a mitad de mañana y por eso se encontró con Sergio, el marido de Maribel la peluquera. Vi a Sergio entrar a la floristería y un ratito después volver con su mujer a la placita a hacerse arrumacos. También vi a Maribel entrar en la pastelería y salir con una caja de bombones y una bandeja de pasteles. Y vi a Ana con una sonrisa de oreja a oreja y los pelos todos huecos de peluquería cruzar a toda prisa la plaza camino de su casa. Y por último, vi a mi amiga Asun regresar a la plaza con una bandeja cubierta en su mano, que resultó ser un bizcocho que Ana había hecho después de no se cuanto tiempo sin hacer postres, y que Asun había insistido en compartir conmigo.

Lo que he observado hoy desde mi refugio es hermoso, me ha emocionado, y por eso he decidido escribir esta historia y contarlo a quienes seáis los que leéis este blog. Esta es mi particular manera de dar gracias porque Susana, este precioso día de abril, haya decidido apreciar y disfrutar del hermoso sol, y eso haya desencadenado en que mi gran amiga Asun haya pasado la tarde conmigo… GRACIAS.

4 comentarios:

  1. Una historia muy bonita y alegre. Me ha dado energías para empezar el día con este terrible catarro que no se va...
    Y ahora qué puedo hacer yo para seguir la cadena?? :)

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  2. Pues esta claro Juanjo, cómprale flores a elena y bombones para cuando vayamos a visitaros! :)

    Muy bonita elena, muy Amelie... Te sientan muy bien los dias de sol!

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  3. que bueno es el solecito :-)

    mmmm...al leerla yo también he pensado en hacer un bizcochito hoy....pero aquí no tenemos horno, así que habrá qué comprar bombones...

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