Una espanolita en Londres

Una espanolita en Londres
Camden Town Girl...o sea, yo

Fabio, yo y mil historias inventadas contrarreloj

Yo, españolita, treintañera y con ganas de hacer algo diferente en mi vida, he decidido, por fin, poner por escrito las millones de historias y fantasías que pasan por mi cabeza... ¡en forma de reto!

Fabio, un hombre argentino aficionado a la literatura si cabe más que yo, me manda sus historias y cuentos desde hace poco, y yo le correspondo con las mías. Alguien a quien no conozco, una conexión difícil de explicar...

El reto es, cada vez que reciba un texto de Fabio, he de contestarle en menos de 24h, con una historia totalmente nueva y original...

¿Podré seguir el ritmo? ¿Será mi imaginación tan fantasiosa como siempre he pensado? ¿O no seré más que otra españolita en Londres que se piensa que, por estar en esta ciudad tan libertaria, puede hacer cualquier cosa que se proponga? ¡Este blog me sacará de mis dudas! :>


domingo, 6 de junio de 2010

La numero 16, mirando a mi café

Hola a tod@s,

perdonad que haya tardado tanto tiempo en postear esta historia. He vuelto a romper el reto, no he abierto deliberadamente el correo de Fabio para así no tener que escribir una historia. El estrés me está matando pero ya lo se, no debería ser una excusa...

Estoy mirando a mi enorme taza de café casi vacía. Me niego a beber ese último trago porque eso significa que la manana empieza oficialmente y con ella otro día de estrés y tensiones. Se valiente Elena, cuanto antes empieces antes acabas, o eso dicen por ahí...

Aquí va la historia número 16 de este blog. Espero que os guste mucho:


EL LADRÓN DE LAS HISTORIAS DE CLAIRE

Aquella gris y húmeda mañana Claire se levantó como de costumbre a las 7.30am. Se dio una ducha rápida y caliente y se vistió con su uniforme de oficina habitual: pantalones sastre negros o grises, blusa siempre blanca y zapatos negros sencillos. Se plantó en la cocina entre bostezos y se preparó el mismo desayuno que había tomado toda su vida: te con mucha leche y azúcar y un par de tostadas con mantequilla. Salió de su casa a las 8.15 en punto. Tenía así más que tiempo de sobras para llegar a la oficina antes que nadie y leer un poco las noticias de la mañana. Su trabajo como administrativa era para ella más que suficiente. Nunca había tenido ninguna ambición profesional. Su verdadera ambición y pasatiempo estaba fuera del trabajo. Claire era una entusiasta de las novelas policíacas. Había leído todo lo publicado sobre el género, desde las obras completas de Agatha Christie hasta la archipopular trilogía Millenium de Stieg Larsson. Lo conocía todo. Pero su pasión no acababa allí. Claire imaginaba pequeños cuentos policíacos, tenía cientos de libretas perfectamente enumeradas con millones de garabatos que delineaban historias de asesinatos, desapariciones y misterios... Nadie conocía su pasión, su pasatiempo, su mundo particular. Claire pasaba por una inglesa gris y conformada, sencilla y siempre correcta, buena compañera de pintas y tertulias políticas en el pub...

Aquella gris y húmeda mañana al llegar a la oficina, Claire decidió que a la hora de comer se daría una vuelta por las charity shops locales en busca de libros policíacos. Después de revisar de arriba a abajo dos de ellas estaba a punto de desistir cuando por inercia sus pasos la llevaron hasta una tercera diminuta. Entró y enseguida descubrió un libro extraño, de color rojo muy intenso, que estaba absolutamente nuevo: 15 cuentos misteriosos, firmado por un tal Edward H. Taylor. Perfecto, se dijo, y fue a la caja a pagar.

En cuanto tuvo un par de minutos libres se puso a ojear con la ilusión de una niña pequeña su nuevo tesoro… No podía ser, esa primera historia era suya, la había imaginado ella. Era la historia de un niño desaparecido y de cómo su familia da con el con la ayuda de un dudoso detective… Claire estaba perpleja, en shock. Fue a la siguiente historia… ¡También era suya! ¿Pero qué era esto? ¿Una broma? Y la siguiente, y también la siguiente… ¡Todas eran suyas! ¡Dios mío no podía ser! ¡Todas esas historias las había inventado ella! ¡Sus libretas daban fe de ello! Completamente anonadada y estupefacta se excusó con su jefe argumentando una terrible jaqueca y se fue directa a la charity shop donde había comprado el libro. Le preguntó al dependiente de la diminuta tienda si había visto a la persona que había traído ese libro. Curiosamente sí lo recordaba dijo, porque había sido el mismo autor el que lo había traído, por eso estaba nuevo. Le dijo que de vez en cuando traía uno de sus libros, siempre de un color muy intenso, y siempre contenía historias policíacas difíciles de resolver. El mismo dependiente tenía un par de libros en su casa, le comunicó, porque le parecían historias muy bien resueltas y diferentes. Claire estaba más blanca que una luna llena. ¿Así que había más? ¡Dios mío! Exclamó en voz alta. Le explicó al dependiente su problema y éste simpatizó con ella, la pobre muchacha parecía tan afectada. Se ofreció a llevarla a su casa y enseñarle los libros para que Claire pudiese comprobar si esos libros también contenían sus historias...

¡Y efectivamente! Como Claire se temiese los dos libros que el dependiente atesoraba en su casa ¡contenían más historias suyas! Claire no entendía nada, estaba en un shock completo, las lágrimas resbalaban por su rostro. Alguien había profanado su secreto templo. No tenía más remedio que encontrar al tal Edward H. Taylor y cuestionarle. El dependiente, que a estas alturas estaba aún más intrigado que Claire, le dijo que el autor solía visitar la diminuta tienda una vez al mes más o menos. Hizo un esfuerzo para acordarse de cuándo había sido la última vez que lo vió. Había sido hacía unas tres semanas, cuando trajo el libro de las rojísimas tapas. Se intercambiaron los móviles y el dependiente prometió llamar a Claire en cuanto el misterioso autor pusiese los pies en la tienda.

Unos 8 días más tarde el autor hizo su aparición en la diminuta charity shop, y el dependiente, fiel a Claire, la llamó en cuanto el autor puso su primer pie dentro. Claire salió como una exhalación de su oficina y en menos de 10 minutos estaba en la charity shop, mirando a los ojos a Edward H. Taylor...

“Hola Claire, se quién eres. Siempre supe que este momento llegaría tarde o temprano”

“¿Cómo puede ser que me conozcas? ¿Y cómo has conseguido tener acceso a mis historias? Nadie, absolutamente nadie sabe sobre ellas”

“Lo se. Por eso te las robo, porque son historias muy hermosas que deberían ser contadas. Tienes un gran talento Claire y es una pena que permanezca oculto”

“Sigo sin comprenderlo, ¿cómo consigues descubrirlas?”

“Desde el día que nací tengo un don: los pensamientos de a gente suenan en mi cabeza, como si estuviese escuchando una emisora de radio. Mi cabeza no está en sintonía con los pensamientos de todo el mundo, sólo con los de unos pocos, como por ejemplo tu. Desde que tus pensamientos e historias comenzaron a sonar en mi cabeza supe que tenía que escribirlas, ya que tu cobardía no te permitía hacerlo. No deberías estar enfadada conmigo Claire, la culpa es tuya. Decidir no contar esas historias las hace anónimas, y como tal, cualquiera las pude reclamar. Tu cobardía es la culpable Claire, no yo”


RIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIING 7.30am

Claire se levantó envuelta en agua. Dejó un mensaje en el contestador de la oficina diciendo que estaba enferma. Se sentó durante el resto del día en su portátil a escribir sus historias una tras otra tras otra...y así los días sucesivos en cuanto volvía de trabajar. En el transcurso de un mes les confesó a sus amigos y familia su afición...

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